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El falso “modelo” alemán

Viernes 22 de marzo de 2013   |   Bernard Cassen
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Se cita a menudo esta pregunta que a Henry Kissinger le gustaba hacer: “¿Qué indicativo telefónico para llamar por teléfono a Europa?”. Su actual sucesor a la cabeza del departamento de Estado, John Kerry, conoce la respuesta. Y no es la que sugiere el organigrama de la Unión Europea (UE) en el que se enumeran no menos de tres presidentes: el del Consejo Europeo, el de la Comisión Europea y el del Parlamento Europeo. Todo el mundo sabe que no son ellos quienes toman las decisiones importantes.

Para hablar de cosas serias, Barack Obama y John Kerry tienen que marcar los números del tándem que realmente dicta la ley en el seno de la UE: el de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) y el de la canciller alemana, Angela Merkel. Suficiente para acongojar a François Hollande cuya promesa electoral de “reorientar” la construcción europea desembocó en un fiasco total. No podía ser de otra manera, en la medida en que el presidente francés, ya de entrada, había jurado fidelidad al primer artículo de fe del tándem: “salvar” al euro y a los bancos, cueste lo que cueste socialmente.

Con este objetivo, Angela Merkel nunca cambió de línea, y la impuso a todos sus socios a través de planes de austeridad, de “reformas estructurales” –léase precarización del empleo y regresión social–, de colocar prontamente media docena de gobiernos de la Unión Europea bajo la tutela de la troika (BCE, Comisión Europea, FMI) para que salden su deuda soberana, y de control previo de todos los proyectos de presupuestos nacionales por parte de Bruselas. Ahí están los resultados: explosión del desempleo (un promedio del 11,8% en la zona euro) y de las desigualdades, disminución general de los ingresos laborales, desmantelamiento del aparato productivo en los países de la periferia de la UE, recesión, pauperización de las sociedades.

Hay que saludar el logro de la canciller: consiguió que los demás gobiernos aceptasen sin discusión la idea de que debían alinearse con el “modelo alemán” bajo el pretexto de que lo que es bueno para Alemania es bueno para toda Europa. Sin embargo, un informe reciente (1), escrito por Guillaume Duval, gran conocedor de Alemania –no es el caso de la casi totalidad de los economistas y los dirigentes políticos–, muestra que ese “modelo” justamente no puede serlo para sus socios, a no ser que tengan una demografía en caída libre (1,36 hijo por mujer en Alemania, frente 2,01 en Francia), de ahí la escasez de jóvenes en el mercado de trabajo alemán, mientras que en España cerca de la mitad están desocupados.

El simple sentido común indica por otra parte que los enormes excedentes comerciales alemanes no son extrapolables al resto de la UE: los excedentes de unos son, por definición, los déficits de los demás. En cuanto a la política del euro fuerte, le sirve perfectamente a Alemania, pero no a Francia ni a España. Un economista del Deutsche Bank calculó que el “umbral del dolor” para los exportadores europeos se eleva a 1,79 dólar por euro para los alemanes, mientras que se sitúa en 1,24 dólar para los franceses y en 1,17 para los italianos (2). La lógica económica mandaría a esos países devaluar consecuentemente sus monedas. Pero es imposible a causa de la moneda única. 

A fuerza de exigirle a la UE que se alinee con sus únicos intereses nacionales inmediatos –aprovechándose del “servilismo voluntario” de los demás gobiernos–, Alemania se está disparando una bala en el pie: en el último trimestre de 2012, y a falta de demanda exterior, la producción bajó un 0,6 %. Es sólo el principio…

© LMD EDICIÓN EN ESPAÑOL

(1) Guillaume Duval, Made in Germany. Le modèle allemand au-delà des mythes, Seuil, París, 2013.

(2) Le Monde, París, 8 de febrero 2013.





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