La sélection du Monde diplomatique en español

¿Por qué ese giro ?

jeudi 7 janvier 2016   |   Renaud Lambert
Lecture .

Dolorosa derrota en Venezuela, giro hacia la derecha en Argentina, crisis económica y política en Brasil, manifestaciones callejeras en Ecuador : la izquierda se encuentra en una situación delicada en América Latina. Las maquinaciones de Washington no bastan para explicar semejante debilitamiento. Del Caribe a Tierra del Fuego, las fuerzas progresistas se encuentran enfrentadas de nuevo a sus viejos demonios.

En la autopista que lleva al centro, un grafiti enorme atrae la mirada : “No nos toca a nosotros pagar la crisis de los banqueros”. Banal desde hace algunos años en la mayoría de las capitales europeas, aquí el eslogan llama más la atención. Estamos en Río de Janeiro, donde, dos años atrás, la fiesta estaba en su momento culmen.

En marzo de 2013, en la misma ciudad, parecía que la doble vía tenía que serpentear por medio de un bosque de grúas. El estado de ánimo general inspiró al semanario británico The Economist una famosa portada : en el corazón de la tormenta financiera, sobre un fondo de bruma, la estatua del Cristo redentor levantaba el vuelo desde la cima del Corcovado. “Brasil despega”, clamaba la revista, que dedicaba catorce páginas al “éxito latinoamericano más significativo” (14 de noviembre de 2009).

Incapaz de sacar provecho de la debacle neoliberal, la izquierda europea dirigía entonces su mirada al otro lado del Atlántico para encontrar motivos de esperanza. Los éxitos del “laboratorio latinoamericano”, celebrados al ritmo de la samba brasilera, de la morenada boliviana, del pasillo ecuatoriano o del joropo venezolano, ¿no le permitían soñar con salir victoriosa llegado el momento ?

Pero tras una desaceleración económica internacional que afecta particularmente a las economías del subcontinente, el panorama se ha oscurecido. Recordemos. El 6 de noviembre de 2013, el presidente ecuatoriano Rafael Correa se despachaba con una crítica sin concesiones contra el neoliberalismo durante una conferencia en La Sorbona, en París. Un año después firmaba un tratado de libre comercio con la Unión Europea (véase el recuadro“¿Traición ?”, p. 17).

A pesar de sus dificultades, la “revolución bolivariana” siempre se había destacado por su determinación por mejorar las condiciones de vida de los venezolanos. El 26 de enero de 2015, un documento de la –muy neutra– Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) anunciaba que, en este país, la tasa de pobreza había pasado del 25,4% al 32,1% entre 2012 y 2013 (1).

Durante la campaña presidencial de octubre de 2014, una réplica de Dilma Rousseff, entonces candidata a su propia sucesión, marcó los ánimos en un debate televisado. Reprochándole a su adversario Aécio Neves, del Partido Socialista Democrático de Brasil (PSDB, derecha), su gusto por los sacrificios económicos, exclamó : “¡Lo único que ustedes saben hacer es recortar, recortar y recortar !” (TV Bandeirantes, 14 de octubre de 2014). Menos de un año después abogaba por la “pócima amarga” de la austeridad y hacía recortes incluso en los programas sociales a pesar de que había prometido defenderlos (O Estado de S. Paulo, 9 de septiembre de 2015).

Mientras que el símbolo regional de la lucha contra el imperialismo –Cuba– inaugura un Consejo de Negocios en asociación con la Cámara de Comercio de Estados Unidos, el peronismo de izquierda fue derrotado en la segunda vuelta de las presidenciales argentinas de noviembre de 2015. En Brasil, en Ecuador y en Venezuela, distintas movilizaciones en las calles exigen la dimisión de Gobiernos electos gracias a potentes movimientos sociales.

“Ayer, América Latina representaba una fuente de inspiración para la izquierda europea. Desde que se empezaron a aplicar aquí las mismas políticas de austeridad que en Europa, es al revés”, observa Guilherme Boulos, dirigente del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST). Antes de dejar caer : “Mucha gente aquí habla de la necesidad de crear un Podemos brasileño”.

Creado con la perspectiva de importar a Europa los triunfos de la izquierda latinoamericana, ¿se vería el partido español, a su vez, erigido en modelo en la región que lo inspiró ? Ocurre que los progresistas dan la impresión de haber perdido su brújula. ¿Estaremos condenados a perseguir la esperanza alrededor del planeta a riesgo de terminar volviendo al lugar de partida ? Si se considera que la denuncia ritual de las traiciones y de los cambios de bando agota el análisis de las dificultades de la izquierda en el poder, puede ser. En caso contrario, el interés del “laboratorio latinoamericano” –ampliamente analizado en nuestras columnas– no desaparece cuando le cuesta conseguir nuevas victorias. Intentar comprender las tensiones que lo atraviesan también puede aportar muchas enseñanzas.

Impensable, responderán. Ni las historias, ni los dirigentes, ni los proyectos políticos de los países de la región se parecen. ¿Cómo comparar el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, preocupado por satisfacer tanto a los banqueros como a los pobres, con la Venezuela de Hugo Chávez, determinado a construir “el socialismo del siglo XXI” ? La objeción no es incorrecta. Pero del altiplano boliviano a la Francia de 1981, del Caribe venezolano a los Estados Unidos del New Deal, las fuerzas de izquierda se enfrentan a menudo a demonios semejantes…

“Cada vez que un partido de izquierda llega al poder, se debilita” (2), observaba recientemente Lula da Silva. La vía de las urnas presenta ventajas valiosas con respecto a la vía armada, empezando por una probabilidad mayor de no ser asesinado, encarcelado o torturado antes de que se produzca la revolución. Sin embargo, impone algunas obligaciones.

Además de que tuvo que proveer cuadros dirigentes al Gobierno y a los diferentes ministerios de los que tomó las riendas a partir de 2003, al Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff y de Lula da Silva se le agotaron las fuerzas a nivel local. En 2000 contaba con 187 equipos municipales y con 559 en 2008, es decir, tres veces más. En efecto, recluta a nuevos militantes, pero en un contexto en el que la formación de cuadros “se va descomponiendo progresivamente alrededor de cuestiones prácticas : ¿cómo gestionar un mandato ? ¿cómo legislar ? ¿cómo comunicar las propias políticas públicas ?” (3), se lamenta Valter Pomar, del PT. Como consecuencia, según Marco Aurélio Garcia, asesor especial de asuntos internacionales de la Presidencia brasileña : “Hemos perdido el contacto con la sociedad, hemos dejado de reflexionar y nos hemos burocratizado” (4). En resumen, el PT ya no consigue movilizar, especialmente a una juventud reivindicativa que no conoció las grandes batallas que tuvo que librar antes de llegar al poder.

Al igual que el vicepresidente boliviano (véase su artículo en la página 13), el presidente ecuatoriano Rafael Correa también es consciente de esta dificultad. Mientras la derecha organizaba su contraofensiva, le confió a su ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo Patiño –uno de los de su círculo cercano–, la misión de “reforzar las bases” de su movimiento, Alianza País. El objetivo : “Que podamos llenar en dos horas la Plaza Grande”, el gran lugar de movilización de la capital ecuatoriana (El Universo, 16 de julio de 2015).

Sin embargo, militantes y movimientos sociales aceptan con mayor facilidad el papel de correa de transmisión del poder cuando éste acepta sus críticas ; una disposición que Rafael Correa no siempre manifiesta. Un ejemplo : en octubre de 2013, un grupo de diputados de Alianza País, apoyado por una gran cantidad de militantes, proyectó la legalización del aborto en el marco de un nuevo Código Penal. En contra de esta idea, el Presidente declaró enseguida : “Si este tipo de traiciones y de comportamientos desleales continúa (…) presentaré mi dimisión” (5). Los diputados dimitieron.

Además de alejar a los dirigentes políticos de su base, la institucionalización los divide. En la primavera de 2014, el politólogo estadounidense Steve Ellner se lamentaba del peso que tenían los diputados en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) : “Los siete vicepresidentes del partido, que representan las diferentes regiones, son gobernadores o miembros del gabinete del presidente Nicolás Maduro”. Contrariamente a lo que había sucedido en el primer congreso, en 2009, los delegados de 2014 no fueron elegidos por los militantes : eran gobernadores, alcaldes y diputados y también militantes “elegidos ‘por consenso’” (6).

Constatación similar un poco más al sur. “Antes de su llegada al poder, la vida interna del PT reflejaba la oposición entre las diferentes corrientes y sus análisis estratégicos –observa el economista Reinaldo Gonçalves–. Después, los electos tomaron el poder” (7). Ahora bien, nos confía Artur Henrique, ex presidente de la central sindical brasileña más importante (CUT), a veces los mandatos transforman a los militantes : “En nombre de la ‘gobernanza’ del país, ahora nos explican que no se puede hacer esto, que no se puede hacer lo otro…”. Cuando la táctica –concebir las elecciones como una etapa hacia la transformación del mundo– se transforma en estrategia –adaptar sus convicciones al objetivo electoral–, la ambición política se deshilacha. Y sucede que hasta desaparece : ahora “el PT constituye más un obstáculo que una ventaja” (8), zanja Jean Tible, uno de sus militantes. ¿Habría llegado a la misma conclusión si su formación se hubiese dedicado a transformar el sistema político brasileño para “democratizar la democracia” ? No lo tuvo en cuenta y, así, renunció a librar batallas contra el poder del dinero, la corrupción y los lobbies

Pero las dificultades de la vía democrática hacia el socialismo no se limitan a los efectos perversos del ejercicio del poder. También implican determinar con qué electores contar. En países en los que las dictaduras reprimieron a las organizaciones comunistas, en los que el neoliberalismo pulverizó los escasos bastiones obreros y en los que los medios de comunicación están en manos de los sectores privados, el ambiente no está más caldeado que en otras partes. Esperar forjarse una base electoral mayoritaria contando exclusivamente con las franjas radicalizadas de la población es –por el momento…– como perseguir una quimera ; renunciar a la misma es como entreabrirle la puerta al pragmatismo, sin saber cuánto se va a abrir.

Las alianzas se efectúan, en principio, dentro del campo progresista. Ni Chávez ni Correa emergieron de formaciones políticas preexistentes. En contextos de crisis política, ascendieron de la mano de movimientos heterogéneos cuya cohesión no descansaba en una contabilidad real, sino en una certeza : el regreso de una democracia verdadera constituía una condición indispensable para la realización de las ambiciones de cada uno de los componentes de la coalición. Las nuevas Constituciones, redactadas inmediatamente después de la llegada al poder de la izquierda en Venezuela, en Ecuador y en Bolivia, reflejan a veces esa confusión. Y anuncian, de manera indirecta, algunas decepciones futuras –como en la cuestión de la protección de la “Madre Tierra”–.

Fuera del arco de las fuerzas que componen la izquierda, las concesiones tienen que seguir siendo temporales y limitarse a “tener en cuenta una parte de las necesidades de sus adversarios” (9), estima el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera. No una alianza con la derecha, pero sí con algunos de los sectores que ésta representa tradicionalmente : las clases medias, algunas franjas de la patronal. Al aceptar trabajar dentro de las instituciones más restrictivas para el poder Ejecutivo, el PT cruzó el rubicón y dio un paso decisivo. En 1980, en el momento de su creación, se declaraba “sin patronos” ; en 2002 se aliaba con el empresario evangelista José Alencar para ganar las presidenciales y con distintos partidos conservadores para formar su Gobierno.

Entre el compromiso y la implicación no hay una frontera clara sino, más bien, tonalidades, cuyos matices son percibidos por cada uno de manera distinta según actúe dentro del Gobierno o de los movimientos sociales. ¿En qué momento se deja de gobernar con la derecha y se empieza a gobernar para ella ? En Brasil, Rousseff acaba de adoptar la hoja de ruta de sus adversarios políticos. Porque las renuncias se acumulan tanto más rápido cuanto que la presión electoralista no se disipa cuando se gana un escrutinio : los brasileños votan cada dos años, y justo cuando salen de una campaña ya se ven envueltos en el torbellino de la siguiente.

“Se nos reprocha que no somos ‘auténticos demócratas’ pero, desde 2007, hemos ganado diez escrutinios, es decir, más de uno al año –nos dice un alto funcionario ecuatoriano–. Ahora bien, el calendario electoral no es el de la política, y debo confesar que, por momentos, preferiríamos consagrarnos a la puesta en práctica de nuestra política más que tener que hacer campaña”. Una de las virtudes de la democracia también representa su principal desafío : el poder, regularmente en disputa, sigue siendo precario. Cuando es lo suficientemente conservadora, la oposición puede contar con el apoyo de los medios de comunicación del sector privado y de la patronal. Cuando el contexto económico impide a la izquierda mantener el discurso de la esperanza, la derecha se equivocaría si no se lo apropiase.

Si mide la importancia de las cuestiones sociales entre la población, entonces se viste de nueva vanguardia. Hace ya casi dos años, Henrique Capriles, el representante de la derecha venezolana, más sutil que sus aliados golpistas, exponía a Le Monde sus nuevas convicciones. Asegurando estar “lejos de la derecha”, este hijo de una familia bien que participó en el golpe de Estado (fallido) de 2002 contra Hugo Chávez declaraba, con la mano en el corazón : “La clave del cambio se encuentra en los barrios [populares]” ; por lo que hacía falta “volver a los métodos tradicionales de militancia : el contacto directo, el puerta a puerta, las asambleas en los vecindarios, el trabajo minucioso” (3 de abril de 2014).

Dificultad adicional al dirigirse a los electores : el “adversario al cual hay que satisfacer una parte de las necesidades”, retomando las palabras de García Linera, no se encarna sólo en los medios conservadores. También se cristaliza en la relación que cada cual tiene con la sociedad de consumo, incluida la izquierda. Al preguntar a José, “Pepe”, Mujica acerca de las razones por las cuales no había ido más lejos en la transformación de su país, el ex presidente uruguayo respondió : “¡Porque la gente quiere iPhones !” (10). Ser pobre no implica ser revolucionario. Y no todos los revolucionarios sueñan con febriles asambleas generales.

Así pues, ocurre que la mejora del nivel de vida, principal logro de la izquierda latinoamericana, favorece algunos cambios de bando. En vísperas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales argentinas, en octubre de 2015, las redes sociales progresistas difundían un gráfico con el título “Los ciclos económicos de Argentina”. El esquema presentaba las diferentes etapas de un proceso circular : 1/ “La derecha destruye a las clases medias” ; 2/ “Las clases medias empobrecidas votan a favor de un Gobierno popular” ; 3/ “Electo, ese Gobierno mejora el nivel de vida de las clases medias” ; 4/ “Las clases medias piensan que forman parte de la oligarquía y votan a la derecha”. Vuelta a la casilla de salida.

Y el fenómeno no concierne únicamente a los sectores intermedios de la población. Cuando le preguntamos acerca del debilitamiento de la capacidad de movilización del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) en Brasil, el universitario Armando Boito propone una explicación : aunque tímidas, las políticas del PT transformaron a una fracción del movimiento en pequeños campesinos instalados. Su radicalidad disminuyó a partir del momento en que tuvieron algo que perder más allá de sus cadenas. ¿Descansa el sueño conservador de una “sociedad de propietarios” en otros apoyos ?

No basta con desear el nacimiento del “nuevo hombre” querido por Ernesto “Che” Guevara para que surja, ni siquiera en Cuba. Pero algunas políticas quizás no facilitan las cosas. Presidente del Banco Central de Bolivia bajo diferentes Gobiernos conservadores, el actual ministro de Economía del país, Luis Arce, se enorgullece : “Ahora, en Bolivia, todo el mundo tiene la posibilidad de hacerse rico”. ¿Hay que sorprenderse ? Semejante eco de François Guizot, uno de los pensadores liberales y conservadores de la Restauración, facilita la emergencia de una nueva burguesía indígena, no necesariamente más progresista que la anterior, de la cual uno de sus miembros resume la “revolución” en estos términos : “Tengo dinero, puedo hacer lo que quiera” (11).

Aunque el “proceso bolivariano” se ha caracterizado por su capacidad de estimular la politización de la población (véase el artículo de Julien Robetier y Yoletty Bracho), una parte de su base se siente igualmente inclinada a darle la espalda. El embajador de Venezuela en París, Héctor Michel Mujica Ricardo, nos cuenta una anécdota. En vísperas de las elecciones presidenciales de 2013, se encuentra con una mujer joven de un barrio popular. Para él, ella encarna la categoría de la población que más se benefició de las ambiciosas políticas redistributivas del Gobierno. “Antes vivía en la miseria. Salí de ahí gracias a Chávez”, confirma ella. Antes de añadir, como algo obvio : “Ahora que ya no soy pobre, voto a la oposición”.

De Argentina a Venezuela, ¿habría que deducir que la mejora de las condiciones de vida aleja mecánicamente de la izquierda a sus beneficiarios ? “Hay varias maneras de mejorar el nivel de vida de las personas –objeta Pomar–. Lo que hemos hecho en Brasil ha sido aumentar el consumo, lo que ha hecho crecer su sumisión a las lógicas del mercado”. De esta manera, el PT ha permitido a los más pobres que mandaran a sus hijos a escuelas privadas, acceder al ámbito sanitario privado, financiar mediante capitalización sus jubilaciones. “Así no es como se desarrolla la conciencia política. Habría sido más eficaz construir servicios públicos. Pero habría sido necesario subir los impuestos y, por lo tanto, enfrentarse a la burguesía. Un camino incompatible con la estrategia de conciliación adoptada primero por Lula y después por Dilma…”.

En un contexto de desaceleración económica, el camino del compromiso lleva a un callejón sin salida. Ninguno de los Gobiernos progresistas latinoamericanos ha conseguido transformar su estructura productiva (véase en esta página “Dependencia de las materias primas nunca resuelta”) : dependientes de sus exportaciones de materias primas, están a merced de la tormenta internacional. Tampoco ha habido más éxito en el plano fiscal. Cuando la renta se hunde, y la economía se estanca (o retrocede), las sumas disponibles para la redistribución se derriten como la nieve al sol. Deja de ser posible aliviar a los pobres sin molestar a los poderosos. Ahora bien, para enfrentarse a los intereses de estos últimos, más vale poder contar con la movilización de los primeros. Después de un periodo de distanciamiento, ¿lograrán los dirigentes progresistas volver a estar unidos con los movimientos sociales ? ¿Y éstos conseguirán hacer renacer la esperanza ?

 

NOTAS :

(1) Según Caracas, la pobreza disminuyó en el primer semestre de 2015.

(2) Coloquio en el Instituto Lula, São Paulo, 5 de octubre de 2015.

(3) Valter Pomar, “Pour ne plus avoir peur de perdre”, en “Feu sur l’école”, Manière de voir, nº 131, octubre-noviembre de 2013.

(4) Entrevista en Brasileiros, São Paulo, 9 de diciembre de 2015.

(5) “Rafael Correa amenaza con renunciar si el Congreso despenaliza el aborto”, 11 de octubre de 2013, Infobae.com

(6) Steve Ellner, “Venezuela : Chavistas debate the pace of change”, Report on the Americas, vol. 47, nº 1, Nueva York, primavera de 2014.

(7) Entrevista en IHU Online, 27 de agosto de 2015.

(8) Alana Moraes y Jean Tible, “¿Fin de fiesta en Brasil ?”, Nueva Sociedad, nº 259, Buenos Aires, septiembre-octubre de 2015.

(9) Álvaro García Linera, “Bolivia : “Las cuatro contradicciones de nuestra revolución”, Le Monde diplomatique en español, octubre de 2011.

(10) Anécdota contada por Amador Fernández-Savater, a quien le agradecemos su deferencia.

(11) Estas dos citas han sido extraídas del Financial Times, Londres, 4 de diciembre de 2014.





A lire également