La sélection du Monde diplomatique en español

Fracaso de la diplomacia española

Gibraltar, 300 años de juego geopolítico

Abel Albet-Mas y Xavier Ferrer Gallardo

Miércoles 30 de abril de 2014
Lecture .

Durante los meses de julio y agosto de 2013, el histórico conflicto de España y Gibraltar vivió una fuerte escalada, después de que el Gobierno de la Roca lanzara unos setenta bloques de hormigón en las aguas territoriales disputadas con España, y de que el Gobierno español reaccionara reforzando los controles fronterizos. La sucesiva expansión del puerto y del aeropuerto gibraltareños y, sobre todo, la declaración unilateral del perímetro de tres millas náuticas como aguas territoriales propias de Gibraltar son decisiones que nunca han sido aceptadas por España. Después de una aparente tregua, ¿cómo evoluciona el conflicto?

Durante el pasado mes de marzo, la selección gibraltareña de fútbol jugó sendos partidos amistosos frente a las Islas Feroe y a Estonia. Fueron el segundo y tercer encuentro internacional disputados por el combinado del Peñón después de que, en mayo de 2013, la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA) aceptara a la Federación de Gibraltar como miembro de pleno derecho.

El reconocimiento por parte de la UEFA –al que se opusieron España y Bielorrusia– permite a Gibraltar participar en la próxima fase de clasificación para la Eurocopa de Francia 2016. Durante el sorteo de grupos para dicha fase clasificatoria, celebrado en Niza el pasado 23 de febrero, el azar ubicó en el mismo grupo a los combinados de Gibraltar y España. Sin embargo, la UEFA modificó el resultado a fin de evitar el emparejamiento entre ambas selecciones. Lo mismo sucedió en el caso de los equipos nacionales de Azerbaiyán y Armenia. El fútbol no es sólo un escaparate de tensiones geopolíticas. También constituye, en ocasiones, pura práctica geopolítica.

La aceptación de la selección de Gibraltar por parte de la UEFA coincidió con una efemérides importante. En 2013, se celebró el 300 aniversario de la firma del Tratado de Utrecht (1713), en virtud del cual España cedió Gibraltar al Reino Unido. Este episodio histórico podría interpretarse como el "saque inicial" de un largo partido geopolítico todavía en juego (1).

En realidad, el gol marcado en 2013 por Gibraltar con el reconocimiento internacional oficial de su selección es sólo uno de los muchos goles encajados por España durante esta tricentenaria disputa. Durante las últimas décadas, Gibraltar ha logrado estabilizar su posición geopolítica y ha conseguido reforzarse de forma notable también en términos geoeconómicos. Ello ha permitido al Gobierno gibraltareño articular una voz propia en el marco de la disputa. Fruto de lo que, futbolísticamente, podría considerarse como una compleja combinación de buena estrategia gibraltareña y de errática táctica española, durante las últimas décadas de la disputa hispano-británica, esta ha dejado de ser bilateral y ha pasado a ser trilateral.

Gibraltar fue ocupado por las tropas británicas en 1704 en el marco de la Guerra de Sucesión Española (2). La subsiguiente Paz de Utrecht obligó a España a ceder Gibraltar y Menorca al Reino Unido. Mientras que la isla balear volvía definitivamente a manos españolas en 1802, el Peñón fue cedido a perpetuidad, si bien uno de los artículos del Tratado (polémico en el devenir de los años) reconocía que si el territorio dejaba de ser británico, España tendría la opción de recuperarlo.

A lo largo del siglo XVIII, varios e infructuosos asedios del Ejército español forzaron el establecimiento de una zona neutral en el istmo que separa el Peñón de las fortificaciones españolas. Ello representó uno de los primeros “goles” territoriales encajados por España. Pronto, gran parte de dicha zona neutral fue ocupada de facto por los británicos. Esta apropiación se consolidó durante la Segunda Guerra Mundial cuando se construyó el aeropuerto de Gibraltar, precisamente en la zona neutral y ganando terreno al mar (una práctica, esta última, que, habida cuenta de la escasa superficie del territorio gibraltareño, se convertirá en algo recurrente).

En 1830, Gibraltar recibió el estatus de “colonia británica”. España apeló a dicha condición cuando, a principios de la década de 1960, planteó la situación de Gibraltar ante el Comité de Descolonización de la ONU. En 1966 y 1967, la Asamblea General de la ONU adoptó resoluciones instando al inicio de conversaciones para poner fin a la situación “colonial”. En respuesta a dichas resoluciones, las autoridades gibraltareñas reclamaron el derecho a la autodeterminación, ejercido en 1967 con la convocatoria de un referéndum. En 1969, el Reino Unido transformó la colonia en un Territorio Británico de Ultramar. Asimismo le otorgó una Constitución que le dotaba de un amplio autogobierno y en el marco del cual la Corona británica se reservaba, exclusivamente, los asuntos de defensa y exteriores.

Fue justamente en 1969 cuando España suprimió las comunicaciones con Gibraltar. Se produjo el célebre y contundente “cierre de la verja”, convertida desde entonces y hasta su reapertura al tráfico peatonal en 1982 en la clave del imaginario de las relaciones hispano-gibraltareñas. El cierre tuvo inmediatas consecuencias en forma de gravísima crisis económica. Pero el impacto fue desigual a ambos lados de la frontera. En la vertiente gibraltareña, la situación sería rápidamente solventada gracias a una potente inversión insuflada desde Londres. Sin embargo, la situación fue distinta en la vertiente hispana. Miles de obreros españoles ocupados en Gibraltar perdieron su puesto de trabajo de la noche a la mañana, generándose una espiral de paro, decadencia económica y tensión social (3). Con el cierre de la verja, Franco buscaba la retrocesión del Peñón, pero la consecuencia (inmediata y a largo plazo) sería el aumento de la autonomía de los gibraltareños y de su sentimiento antiespañol.

Desde 1984 y en el contexto previo a la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea, el clima geopolítico empezó a distenderse bajo el paraguas del llamado “Proceso de Bruselas”. Las comunicaciones y prácticamente la totalidad de relaciones entre ambos lados de la frontera se normalizaron. Aunque de manera muy irregular, se introdujeron fórmulas de diálogo que incluían el compromiso de debatir acerca de la soberanía del Peñón (4).

Un análisis de conjunto de lo ocurrido desde mediados de los años 1960 permite evidenciar el incremento, claro e inexorable, del peso del rol de Gibraltar. Así, en poco más de cinco décadas, los “llanitos” han pasado de mantener una posición pasiva, marginal y a remolque de la iniciativa y las políticas emanadas de Londres a tener un papel decisivo y preponderante hasta el punto que, en ocasiones, parece que sea la agenda de los gibraltareños la que marca el devenir de las relaciones.

Cuando en 2001, España y el Reino Unido anunciaron un preacuerdo que abre la puerta a la cosoberanía, un nuevo referéndum convocado por las autoridades del Peñón en 2002 rechazó de plano dicha propuesta así como cualquier opción que abriera la puerta al fin del estatus presente. Un buen ejemplo del creciente peso adquirido por las autoridades del Peñón lo constituye el lanzamiento, en 2004, del Foro Tripartito de Diálogo formado por los Gobiernos de España, Reino Unido y Gibraltar, y en el que las tres partes negocian en condiciones similares. Con la vuelta del Partido Popular al Gobierno de España, la actividad del Foro Tripartito quedó prácticamente congelada.

En este contexto, durante los meses de julio y agosto de 2013, el conflicto de Gibraltar vivió una nueva escalada, después de que las autoridades del Peñón lanzaran unos setenta bloques de hormigón en las aguas territoriales disputadas con España, y de que el Gobierno español reaccionara reforzando los controles fronterizos. La disputa parece estar más viva que nunca. La sucesiva expansión del puerto y del aeropuerto gibraltareños y, sobre todo, la declaración unilateral del perímetro de tres millas náuticas como aguas territoriales propias de Gibraltar son decisiones que nunca han sido aceptadas por España.

No en pocas ocasiones, España ha sido acusada de utilizar varas de medir distintas en lo relativo a sus discursos sobre Ceuta y Melilla o a la fallida descolonización del Sahara Occidental. Cabe recordar que Gibraltar es todavía uno de los 16 territorios incluidos en la lista de Naciones Unidas de “territorios no autónomos”, junto al mismo Sahara Occidental o a las Islas Malvinas. Para el Reino Unido, la situación resulta confortable dado que mantiene, sin problemas graves, el control de este emplazamiento geoestratégico clave. A la vez, se presenta ante el mundo como garante de la autodeterminación de los gibraltareños y adalid del respeto a su decisión de perpetuar el statu quo. Ello constituye una excelente coartada para no tener que responder de las acusaciones españolas acerca de una “descolonización inacabada”.

Desde la óptica de los gibraltareños, la opción de la integración en España no es nada halagüeña. Actualmente sus competencias políticas, económicas y financieras son mucho mayores que las de cualquier comunidad autónoma española. Gibraltar se reserva todas las ventajas que le comporta pertenecer al Reino Unido y a la Unión Europea y de tener por vecino a España, a la vez que elude la mayoría de desventajas propias de un territorio colonial. Los “llanitos” han sabido sacar provecho de las estrecheces del territorio, de su posicionamiento geoestratégico y de la complejidad del conflicto. Tras trescientos años de asociación con el Reino Unido, Gibraltar celebra que es más británico (y, a la vez, más autónomo) que nunca (5).

La situación es similar a la que se produce en el caso de las Islas Malvinas. En el referéndum celebrado el 10 y 11 de marzo de 2013, el 99,83% de la población votó a favor de preservar el estatus actual de este otro Territorio Británico de Ultramar. El resultado parece demostrar su deseo de seguir disfrutando de los beneficios que aportan los vínculos con el Reino Unido en contraste con la incertidumbre de la independencia o la transferencia de la soberanía a Argentina. El rechazo a esta última opción parece obvio, puesto que durante la últimas décadas, el Gobierno de Buenos Aires ha hecho poco para atraer a los habitantes de las Malvinas hacia la sociedad argentina más allá de expresar un incontestable nacionalismo (6). Igual que ocurre en el caso de Gibraltar, el uso estratégico del estatus intermedio entre la colonización y la descolonizacion también parece ser cada vez más provechoso para los habitantes de las Malvinas.

Durante las últimas décadas, tanto las Malvinas como Gibraltar han adquirido un renovado protagonismo y una creciente relevancia. Ambos territorios parecen estar maximizando política, social y financieramente las oportunidades ofrecidas por un ambiguo estatus (pos)colonial que tiende a consolidarse. En el caso particular de Gibraltar, la participación en potentes escaparates geopolíticos como los campeonatos internacionales de fútbol constituye, sin duda, un gran gol marcado por la escuadra en la portería española. También representa un regalo estratégico en el 300º aniversario del Tratado de Utrecht. Tal vez la transferencia de la soberanía de Gibraltar a España constituye, hoy más que nunca, una hipótesis remota. El marcador de estos tres siglos de enfrentamiento en torno a la Roca refleja una goleada por parte de Gibraltar.

NOTAS:

(1) Peter Gold, “Identity formation in Gibraltar: geopolitical, historical and cultural Factors”, Geopolitics, vol. 15, n.°2, Filadelfia (Estados Unidos), 2010.

(2) Alejandro del Valle e Inmaculada González (eds.), Gibraltar, 300 años, Universidad de Cádiz, Cádiz, 2004.

(3) Juan José Téllez, Yanitos. Viaje al corazón de Gibraltar (1713-2013), Centro de Estudios Andaluces, Sevilla, 2013.

(4) Francisco Oda-Ángel, Gibraltar: la herencia oblicua. Aproximación sociológica al contencioso, Diputación de Cádiz, Servicio de Publicaciones, Cádiz, 1998.

(5) David Lambert, "‘As solid as the Rock’? Place, belonging and the local appropriation of imperial discourse in Gibraltar", Transactions, Institute of British Geographers, vol. 30, n.° 2, Chichester (Reino Unido), junio de 2005.

(6) Matthew C. Benwell y Klaus Dodds, "Argentine territorial nationalism revisited: The Malvinas/Falklands dispute and geographies of everyday nationalism", Political Geography, vol. 30, n.° 8, noviembre de 2011.





A lire également