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De crucero por el Danubio

Domingo 16 de octubre de 2016   |   Bernard Cassen
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Los grandes traumatismos no se curan con electroshocks. Primero hay que crear alrededor de los pacientes un clima psicológico de confianza y de tranquilidad. Por eso no se podía esperar que los participantes del primer Consejo Europeo organizado después del mazazo del brexit tomaran decisiones radicales. Además, dicha cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea (UE), reunida en Bratislava el pasado 16 de septiembre, no tenía ningún estatus formal y sesionaba con veintisiete –y no con veintiocho– dada la ausencia de la nueva inquilina del 10 de Downing Street, Theresa May. Y eso a pesar de que el Reino Unido oficialmente sigue siendo miembro de la UE.

Las heridas causadas por el triunfo del leave en el referéndum británico del pasado 23 de junio no estaban, en absoluto, cicatrizadas y venían a sumarse a los otros tres temas de mayor preocupación para los dirigentes europeos: la gestión de los flujos migratorios, la respuesta a las amenazas terroristas y la persistencia del estancamiento económico en gran parte de los países de la UE. Sobre ninguno de esos temas hubiera sido posible alcanzar posiciones consensuadas que fueran más allá de los compromisos de una mejor escucha mutua entre Gobiernos, lo que Angela Merkel creyó poder denominar el “espíritu de Bratislava”. Visiblemente insensible a ese espíritu, Matteo Renzi desacreditó un poco la cumbre al reducirla a un “agradable crucero por el Danubio”, aludiendo al almuerzo en el barco fluvial al que el Gobierno eslovaco había invitado a sus huéspedes. Quizás el Presidente del Consejo italiano tenía en mente una serie televisiva estadounidense, The Love Boat (1), que experimentó un enorme éxito mundial a finales del siglo pasado. En sus 249 episodios, las historias de amor que se tejen y se destejen a bordo de un lujoso crucero siempre tienen un happy ending. Lo cual, después de Bratislava, no está en absoluto asegurado, pues ningún guionista escribe la historia de la construcción europea…

Más allá del contenido de eventuales políticas comunes, la cuestión que se plantea es más fundamental: ¿Es posible encontrar formas de toma de decisión adaptadas a una configuración de 27, 28 Estados, incluso más en caso de nuevas ampliaciones de la UE? ¿Y cuál será la articulación con los Gobiernos nacionales, los únicos que, para los ciudadanos, cuentan con legitimidad democrática? La respuesta que aportan hasta la fecha los tratados es la del libre comercio interno y externo en la UE, lo que equivale a esquivar y a despojar de sus prerrogativas a toda instancia política. Sin embargo, esta respuesta neoliberal global es cada vez más rechazada por la opinión pública, pues es sinónimo de dumping social y fiscal, así como de incremento de las desigualdades. En cuanto a la zona euro de 19 Estados, no hace más que reforzar estos desatinos.

En estos últimos meses, para bien o para mal, se ha constatado un regreso de lo político bajo la forma de una “regionalización” de la UE, no solamente geográfica, sino también en el ámbito de las afinidades. Así pues, el llamado grupo “de Visegrád” (Polonia, la República Checa, Hungría y Eslovaquia) se opuso abiertamente a la imposición de cuotas de refugiados fijadas por la Comisión. En el ámbito económico, siete Gobiernos de los países del sur de la UE (Grecia, Francia, Italia, Portugal, España, Chipre y Malta), reunidos en Atenas el 9 de septiembre, solicitaron el fin de la austeridad impuesta por Alemania. Esas geometrías variables podrían multiplicarse en el futuro y conducir a un replanteamiento de la arquitectura europea actual e incluso de sus objetivos.

NOTAS:

(1) En América Latina, esta serie se llamó El crucero del amor y, en España, Vacaciones en el mar





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