La nueva victoria de la extrema derecha en Suiza crea el riesgo de que otros partidos europeos de idéntica ideología radicalicen su oposición hacia los extranjeros, sobre todo si éstos son musulmanes. Ello tendrá consecuencias para la Unión Europea, de la que Suiza no forma parte pero con la que Berna firmó, en 2002, un acuerdo de libre circulación de personas. ¿Qué harán los Gobiernos europeos cuando Suiza proceda a la expulsión de alguno de sus ciudadanos condenados a doble pena ?
En el fondo, ese referéndum manifiesta una creciente inquietud en torno a la inmigración, a la que se le acusa de ser el origen de todos los males. Es evidente que toda sociedad tiene derecho a definir lo que ella acepta o no en su espacio público. Y no corresponde al país de acogida modificar sus prácticas en función de los recién llegados ; son éstos los que deben hacer un esfuerzo de adaptación. Pero basándose en estas dos evidencias, que generan un amplio consenso, los nuevos partidos de la extrema derecha construyen un discurso islamófobo, extienden su círculo de influencia y hacen que poco a poco se acepten todas sus otras ideas extremistas.
Cierto es que, en nombre de una “modernización” imperativa y abstracta, las sociedades europeas están sometidas, desde hace dos decenios, a seísmos y traumas de una formidable violencia. La lógica de la competitividad ha sido elevada al rango de imperativo categórico. La globalización económica, la ampliación de la Unión Europea, el fin de la soberanía nacional, la creación del euro, la desaparición de las fronteras, la llegada masiva de inmigrantes, el multiculturalismo y el desmantelamiento del Estado del bienestar han provocado, entre muchos europeos, una pérdida de las señas de identidad. Todo eso se produce, por añadidura, en un contexto de crisis financiera, económica y social que provoca estragos sociales intolerables (25 millones de parados, 85 millones de pobres en el seno de la UE) y entraña un aumento de la violencia en todos los órdenes.
Ante la brutalidad y la rapidez de tantos cambios, para muchos ciudadanos se acumulan las incertidumbres, el horizonte se nubla, el mundo parece opaco y da la impresión de que la historia se escapa de todo control. Un gran número de europeos se sienten abandonados por los gobernantes, tanto de derechas como de izquierdas. Y los medios de comunicación, por otra parte, no dejan de describir a éstos como especuladores, tramposos, mentirosos y corruptos. Perdidos en medio de este torbellino, muchos ciudadanos están aterrorizados y sienten que, como decía Tocqueville, “cuando el pasado ha dejado de iluminar el porvenir, el espíritu camina en las tinieblas”…
En ese contexto surgen los nuevos demagogos. Los cuales, a base de argumentos demagógicos, hacen que recaiga sobre los extranjeros, los musulmanes, los judíos o los negros la causa de los nuevos desórdenes y de las nuevas inseguridades. Los inmigrantes constituyen los chivos expiatorios más fáciles dado que simbolizan los trastornos sociales y representan, a ojos de los europeos más modestos, una competencia indeseable en el mercado de trabajo.
La extrema derecha siempre ha pretendido sanar las crisis designando un solo y único culpable : el extranjero. Es deplorable constatar que esta actitud está actualmente alentada por las contorsiones de los partidos democráticos reducidos a preguntarse sobre la importancia de la dosis de xenofobia que puede contener su propio discurso.
En Francia, el Frente Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen propone desde hace tiempo el culto a la sangre y al suelo, la restauración de la nación (en el sentido étnico del término), el establecimiento de un régimen autoritario para luchar contra la inseguridad, la vuelta al proteccionismo económico, la devolución de las mujeres al hogar y la expulsión de tres millones de extranjeros que dejarían supuestamente libres otros tantos puestos de trabajo destinados a los franceses “de pura cepa”. Malévolo, este discurso seduce, desde hace mucho tiempo, a “más de uno de cada cuatro franceses”.
Para atraer a su vez a estos electores, el presidente Nicolas Sarkozy lanzó, el verano de 2010, una campaña contra los gitanos (o romaníes). Aunque el derecho europeo prohíbe la expulsión de ciudadanos comunitarios, el Gobierno francés no dudó en expulsar, entre el 1 y el 17 de octubre de 2010, a 8.601 gitanos rumanos ; 7.447 “de manera voluntaria” y 1.154 a la fuerza. Sarkozy mantiene que los acuerdos de la Unión Europea con Rumanía y con Bulgaria (que permitieron la adhesión de estos dos países en 2007), prevén una prórroga de siete años antes de autorizar la libre circulación de personas y que esta prórroga todavía no ha vencido. Es cierto, y por tanto conforme al derecho europeo vigente, pero esa misma prórroga es aplicable, por ejemplo, a los húngaros, los checos y los polacos, quienes no han sido expulsados masivamente de Francia… Por otra parte, París sostiene que cada gitano que partió de “manera voluntaria” aceptó, para irse de Francia, una cantidad de 300 euros… Un “voluntariado” poco creíble. Los repetidos desmantelamientos de campos ilegales no dejan ninguna otra posibilidad a los rumanos que no sea la de aceptar la ayuda para regresar.
EL ESPACIO POLÍTICO EUROPEO SE DERECHIZA
La Italia de Silvio Berlusconi procede de la misma manera. Los campamentos son evacuados frecuentemente. En Milán, por ejemplo, el número de romaníes se ha reducido de 10.000 a 1.200… Otros países de la Unión Europea expulsan de manera más discreta. En Dinamarca, el alcalde de Copenhague, Frank Jensen (socialdemócrata), se quejó del número de gitanos que “se dedicaban al robo”. Consecuencia : el Gobierno expulsó a una decena de romaníes a principios de septiembre después de haber expulsado a una veintena a principios de julio. Suecia, Austria y Bélgica se centran sobre todo en los romaníes de Serbia, Kosovo o Macedonia, Estados no miembros de la Unión Europea. Por su parte, Alemania firmó un acuerdo para expulsar a 12.000 gitanos que habían huido de su país durante la guerra de Kosovo. Suiza ha establecido igualmente un “acuerdo de retorno” con las autoridades de Kosovo. En Hungría y en Eslovaquia, los romaníes han sido recientemente víctimas de ataques mortales…
Las instancias internacionales condenan estas prácticas xenófobas. Así, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos considera que, por su actitud contra los gitanos, dos miembros de la Unión Europea (Chequia y Grecia) han violado el derecho humanitario. Por su parte, el Comité de Naciones Unidas que se ocupa de la aplicación de la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial (CERD) señala que las expulsiones forzosas y las discriminaciones con respecto a los gitanos se producen asimismo en Bulgaria, República Checa, Grecia, Lituania y Rumanía.
Tales prácticas no son impopulares. En Francia, por ejemplo, un sondeo indica que el 55% de los católicos defienden las expulsiones de romaníes. Un número cada vez más importante de europeos ya piensa que la integración (en particular la de los musulmanes) es un fracaso, que el discurso sobre “el enriquecimiento de la diversidad” no funciona y que por tanto hay que “dejar de acoger a tantos extranjeros” (1)
La nuevas xenofobias europeas se manifiestan más abiertamente ya que numerosos Gobiernos de centroderecha reciben actualmente el apoyo de partidos xenófobos y nacionalistas. En Italia, Austria, Suecia y Dinamarca, los Gobiernos representan bien una coalición o bien una alianza minoritaria sostenida por partidos de extrema derecha.
En Dinamarca, por ejemplo, donde se produjo en 2006 la “crisis de las caricaturas de Mahoma”, el primer ministro liberal Anders Fogh Rasmussen está aliado, desde 2001, con el Partido Popular Danés (PPD, extrema derecha) dirigido por Pia Kjaersgaard que basó su popularidad en su campaña antiinmigrantes, en particular de confesión musulmana. En Suecia, en septiembre de 2010, los Demócratas de Suecia (SD, extrema derecha) hicieron su entrada en el Parlamento, donde disponen de veinte escaños. Su programa es abiertamente “xenófobo y populista”.
En Austria, durante las elecciones regionales y municipales del 11 de octubre de 2010, el partido FPÖ (extrema derecha), dirigido por Heinz-Christian Strache, progresó hasta el 27% (14,83% en 2005), es decir, el avance fue de más de doce puntos… En los Países Bajos, los diputados democristianos y liberales validaron unánimemente, el 5 de octubre de 2010, un acuerdo de Gobierno con el PVV (Partido para la Libertad), islamófobo, de Geert Wilders, que dispone de veinte escaños en el Parlamento. A cambio de su apoyo, el PVV ha obtenido concesiones sobre la inmigración.
En Italia, la nueva Ley de Seguridad promulgada por Silvio Berlusconi permite la formación de “patrullas ciudadanas”, controladas por la extrema derecha. Ya hay más de dos mil ; compuestas por voluntarios pertenecientes a la Liga Norte (Lega Nord) de Umberto Bossi o al Movimiento Social Italiano-Derecha Nacional (MSI-DN). Estos militantes visten ropa paramilitar : camisa caqui, pantalón gris y gorra negra con un águila imperial romana… Su objetivo declarado : “limpiar” los pueblos y las ciudades de “inmigrantes indeseables”.
Muchos países europeos están decididos a limitar las “prácticas culturales” de los musulmanes. Francia y Bélgica, por ejemplo, han mandado votar leyes en contra del uso del velo integral, burka o niqab. Estos países prohíben desde ahora tener “la cara tapada u oculta en todo o en parte en los lugares de acceso público”. Aunque las estrategias divergen, esta cuestión inquieta igualmente a otros Estados europeos. En Dinamarca, desde enero de 2010, se limita el uso del velo integral en el espacio público. En los Países Bajos, varios proyectos de ley van a prohibirlo, especialmente en la enseñanza y en la función pública. Varias ciudades españolas ya han decidido prohibir el burqa y el niqab en los edificios municipales.
En Alemania, bajo la presión de su partido –la CDU (democratacristiana), que exige una actitud más dura hacia los inmigrantes, particularmente los musulmanes–, la canciller alemana Angela Merkel afirmó, el 17 de octubre de 2010, que “el concepto de sociedad multicultural alemana ha fracasado”. Merkel ha lanzado una advertencia dirigida a los inmigrantes : “El que no aprenda inmediatamente alemán, no es bienvenido”. Sus declaraciones vienen a sumarse a las del presidente del Lander de Hesse, Volker Bouffier, un barón de la CDU : “El Islam no forma parte de la República”. Y a las del presidente del grupo parlamentario de la CDU, Volker Kauder : “El Islam no responde a la exigencias de nuestra Constitución basada en nuestra tradición judeocristiana. Más de un tercio de los alemanes creen que su país funcionaría mejor sin los musulmanes, el 55% consideran a los musulmanes “desagradables” y el 58% piensan que “habría que prohibirles practicar su religión”.
En el conjunto de la Unión Europea, en 2010, las posiciones extremistas, “decididamente antidemocráticas y racistas”, así como la aceptación del darwinismo social, han aumentado notablemente. El “potencial antidemocrático” de la sociedad se mide desde ahora, en Europa, con el termómetro de la islamofobia.
Según un estudio dirigido por la Fundación Friedrich Ebert y hecho público el 13 de octubre de 2010, la crisis económica actual “derechiza el espacio político” europeo y sitúa las concepciones extremistas en el centro del discurso electoral. La xenofobia se manifiesta desde ahora libre de complejos. Todo hace temer que –al igual que en Estados Unidos con el Tea Party– las ideas políticas se radicalicen en Europa hacia la derecha. Y pongan en peligro la democracia.
(1) Le Monde, París, 27 de noviembre de 2010.