La sélection du Monde diplomatique en español

La revolución bolivariana desde su base

jeudi 7 janvier 2016
Lecture .

Por Yoletty Bracho y Julien Rebotier

Al lado del chavismo de Estado, derrotado en las urnas, existe otro, arraigado en las clases populares. ¿Bastará con unas elecciones perdidas para que desaparezca ?

Durante los dieciséis años que siguieron a la llegada al poder de Hugo Chávez, en 1999, la revolución bolivariana creó las condiciones de su propia puesta a prueba, desde abajo, a través de la promoción del “poder popular”. Esa movilización no fue un invento del Estado chavista. Éste le reconoció un lugar que pasó a ser significativo de forma progresiva. Aparecieron en primer plano nuevos ciudadanos : tienen la piel oscura, como Chávez ; son pobres y viven en los barrios populares. Aunque el chavismo no logró llevar a cabo las transformaciones estructurales necesarias en un Estado rentista, su legado histórico podría ser el de haber elevado a ese sector de la población al rango de categoría social central de la vida política.

El Estado chavista no reformó las instituciones existentes : produjo algunas nuevas, paralelas, que se toman en serio el ideal de democracia participativa. Por ejemplo, desde su creación en 2002, los consejos locales de planificación pública compiten con las alcaldías en la definición del uso del suelo de los barrios. En 2006 surgieron los consejos comunales (1), que coordinan las distintas estructuras de participación popular (misiones, comités culturales, etc.) y establecen proyectos de planificación local, para los que reciben recursos directamente del Estado central : una representación de la política voluntarista del chavismo en la afirmación del poder popular. Esos consejos sentaron las bases de las “comunas”, aglomeraciones de consejos comunales surgidas en 2009 y, más tarde, del “Estado comunal”, concebido como el resultado de la sustitución de las antiguas instituciones por las nuevas, basadas en el poder popular.

Resulta difícil imaginar a priori la coexistencia de esta movilización ciudadana y el Estado chavista, sin presuponer una subordinación de la primera. De hecho, las tensiones son numerosas, en la teoría y en la práctica. Pero la experiencia bolivariana se caracteriza por interacciones inéditas entre, por un lado, un Estado que tiene un papel históricamente determinante en la organización de la sociedad y, por el otro, unos movimientos populares reconocidos recientemente (aunque tengan trayectorias antiguas) que no sacrifican su autonomía tan rápido como se dice a veces. Así se desarrolla una práctica política distinta a la del poder tradicional.

Tres años después de llegar al poder, Chávez sufrió un intento de golpe de Estado orquestado por la oposición, por la patronal y por los medios de comunicación privados (2). ¿Cómo reaccionó ? Procedió a una renovación profunda de los funcionarios de la Administración : se dio prioridad a la militancia, a la lealtad al proyecto chavista. Por lo demás, la revolución se apoyó en los movimientos sociales. Aliados que no siempre fueron llevaderos...

En el “Campamento de Pioneros” del movimiento Pobladores, el sábado no es un día de descanso. Para responder al problema de la vivienda urbana, Pobladores promueve la autogestión y la autoconstrucción. El día empieza muy temprano. Desde las siete de la mañana, hombres y mujeres (sobre todo mujeres) de todas las edades preparan los materiales de construcción, apilan bloques y levantan muros o preparan la comida. La pausa para comer dura poco, ya que al final de la jornada llega el momento de la asamblea semanal. Allí se recibe a personas “de prácticas”, provenientes de otros campamentos menos desarrollados y en busca de experiencia. Se discuten algunas reglas, las cuales rigen la vida en común durante los meses (a veces, los años) de duro trabajo. Por último, se debate la forma en la que el campamento puede articularse con las opciones de desarrollo productivo promovidas por el Estado, para que el campamento sea, más que un lugar para vivir, un espacio de desarrollo humano y político.

El movimiento Pobladores se impuso con una demanda a contracorriente : que se les otorgasen recursos públicos para construir viviendas populares. Ese reclamo implica legalizar la propiedad de las tierras, acceder a los medios económicos y a los materiales necesarios, así como alianzas duraderas entre movimiento social y dirigentes políticos para garantizar la continuidad del proyecto. El desafío es aún mayor porque, incluso dentro de la constelación chavista, otros sectores promueven la construcción de viviendas subvencionada por el Estado y a través de grandes empresas privadas nacionales y extranjeras.

Así pues, la tensión entre autonomía y dependencia es parte constitutiva de la democracia “participativa y protagónica” venezolana (es decir, aquella que permite no sólo participar en la democracia, sino también convertirse en protagonista). Sería erróneo creer que el Estado chavista controla a los movimientos populares : la dependencia es mutua, sutil y siempre cambia. A menudo asimétrica, pero siempre está presente. La cultura, las comunicaciones y la vivienda son algunos de los sectores con mayor penetración del poder popular ; en contrapartida, el ejército o el sector de los hidrocarburos se escapan, en gran parte, de su influencia. En algunas condiciones, y sin suponer qué formas puede tomar, ese poder puede hacer que la clase política rinda cuentas y poner fin a la corrupción. Y ya se encuentra bien arraigado en Venezuela, independientemente del color del partido en el poder.

Ampliamente mayoritaria en la Asamblea Nacional tras las elecciones de diciembre, la oposición ya delinea su programa legislativo : modificar la legislación de las tierras (para efectuar la retrocesión de los dominios improductivos recuperados por el Estado), hacer derogar la ley de semillas (que hasta ahora cerraba el paso a Monsanto) y desmantelar la ley del trabajo, una de las últimas adoptadas cuando Chávez aún vivía.

Henrique Capriles, candidato derrotado en las elecciones presidenciales de 2012 y 2013, se valió mejor que sus acólitos golpistas de ese “chavismo desde la base”, cuando pretendía ser el portavoz del “pueblo más humilde” (Correo del Caroní, 4 de octubre de 2014). Con gran habilidad, omitió detenerse en el punto 162 del programa de su coalición (3), que tenía como objetivo, precisamente, revisar el conjunto de las leyes aprobadas por los chavistas para “restaurar la naturaleza democrática de la República”. Queda por saber qué lugar ocupará el pueblo en esa democracia. O mejor dicho, qué lugar está dispuesto a ceder el pueblo a la oposición.

NOTAS :

(1) Véase Renaud Lambert, “Revolución en la Revolución”, Le Monde diplomatique en español, septiembre de 2006.

(2) Véase Maurice Lemoine, “Golpe de Estado abortado en Venezuela”, Le Monde diplomatique en español, mayo de 2002.

(3) “Lineamientos para el programa de gobierno de unidad nacional (2013-2019)”, Mesa de la Unidad Democrática, Caracas, 23 de enero de 2012, www.unidadvenezuela.org





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