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CINCUENTA AÑOS DE GUERRA EN COLOMBIA

La paz que nunca llega

samedi 5 juillet 2014   |   Hernando Calvo Ospina
Lecture .

El pasado 15 de junio, Juan Manuel Santos fue reelegido, en segunda vuelta, presidente de Colombia. En la primera vuelta, el 25 de mayo, había cedido una ventaja de cerca de medio millón de votos al candidato uribista Óscar Iván Zuluaga. Pero sindicalistas, empresarios, gremios y sobre todo los sectores de la izquierda que se habían opuesto a su gobierno respaldaron la reelección de Santos con el único propósito de alcanzar la paz con las guerrillas. Este será el mayor compromiso del presidente Juan Manuel Santos en su segundo mandato. Una ocasión para recordar que la guerra en Colombia cumple ya medio siglo...

El 9 de abril de 1948, en Bogotá, las delegaciones preparaban el nacimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ese día fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán. Aunque era el máximo dirigente del Partido Liberal, en sus arengas pedía que liberales y conservadores se unieran en contra de las dirigencias oligárquicas, las cuales los tenían confrontados y empobrecidos.

Para demostrar quién había ordenado el asesinato, se expulsó a la delegación diplomática soviética. Casi nadie lo creyó, pero se convirtió en el primer acto político mundial de la llamada “Guerra Fría”, esa confrontación de la “civilización occidental cristiana” contra el “comunismo ateo soviético”, ideada por el presidente estadounidense Harry Truman en 1946.

Aún no se sabe el nombre de los responsables intelectuales del crimen, aunque todos siguen mirando a la oligarquía bipartidista. Con el asesinato de Gaitán la violencia partidista existente se multiplicó, principalmente en el campo. Invocada por el Gobierno conservador y el clero, la crueldad más extrema cayó sobre liberales y comunistas : a las mujeres embarazadas se les abría el vientre para extraerles la “semilla” enemiga ; a los hombres se les cortaba la cabeza para exhibirlas en estacas o jugar al fútbol… Nacía el salvajismo contra la oposición, una práctica que no se detiene (1).

Como la alternativa fue resistir o perecer, los liberales se organizaron en guerrillas. En noviembre de 1949, el ilegal Partido Comunista llamó a la autodefensa de masas. Inmediatamente, el presidente Mariano Ospina Pérez entregó a las Fuerzas Armadas los ministerios de Gobierno, Justicia y Guerra, decretando que quien se opusiera a las leyes sería considerado “bandido”. Así, los militares, neutrales hasta ese momento, se vieron lanzados al violento escenario político.

En ese contexto, el Gobierno aceptó participar en la primera confrontación militar de la Guerra Fría. Entre mayo de 1951 y octubre de 1954, Colombia fue el único país latinoamericano que envió tropas a Corea. Ayudar a combatir el comunismo fue el pretexto. Como retribución, Colombia empezó a recibir de Estados Unidos armamento moderno. Este fue estrenado en 1952, en una operación militar inaudita contra los liberales del Llano, ese inmenso mar de tierra plana que hace frontera con Venezuela. La policía sembró el terror con métodos paramilitares, por lo que recibió el nombre de “Gestapo criolla”.

Como el operativo fracasó, el Gobierno buscó la negociación. Los llaneros aceptaron, pero pidieron tierras, salud y educación gratuita. Llegó la negativa y el recrudecimiento de la represión. Esas peticiones se salían del marco de la confrontación partidista. Hasta la dirigencia liberal, que vivía tranquila en Bogotá, empezó a desmarcarse : “El Gobierno decía que luchaba contra bandoleros, salteadores, malhechores. Y el liberalismo oficial decía que no fueran a confundir el liberalismo auténtico con esos malandrines” (2).

Las elites bipartidistas vieron crecer la amenaza cuando los guerrilleros empezaron a coordinarse nacionalmente. Entonces encontraron una solución : el 13 de junio de 1953 le entregaron el poder al general Gustavo Rojas Pinilla. El general José Joaquín Matallana lo explicaría : “El pueblo se iba uniendo en contra del Gobierno, la guerrilla crecía cada vez más, y los partidos políticos tradicionales entendieron que por esta vía llegaría el caos a Colombia. Del odio liberal-conservador, estábamos pasando al verdadero problema de la lucha de clases. Entonces surgió una alternativa militar” (3).

Paradójicamente, Rojas Pinilla empezó a dar a los insurgentes el trato político no dado por los civiles, incluida una amnistía. Les ofreció “Paz, Justicia y Libertad”. El deseo de reconciliación hizo que entre julio y septiembre de 1953 más de 4.000 guerrilleros del Llano entregaran las armas. En todo el país fueron unos 7.000.

Las guerrillas campesinas al suroeste del país, lideradas por comunistas y liberales gaitanistas, aceptaron la propuesta de pacificación, pero exigieron reformas sociales y económicas. Sin esto no entregarían las armas. Les respondieron con más efectivos militares, sicarios y bandas paramilitares. Los campesinos reactivaron la autodefensa.

Paralelamente, en 1955 se creaba cerca de Bogotá la primera escuela contrainsurgente de América Latina. Los instructores llegaron de Fort Benning, centro estadounidense especializado en guerra irregular.

El 10 de mayo de 1957 Rojas Pinilla dimitió. Los patronos obligaron a los trabajadores a realizar un “Paro Cívico Nacional” para presionarle, algo inaudito. Las dirigencias liberal y conservadora ya habían pactado un acuerdo llamado “Frente Nacional” : cada cuatro años, a partir de 1958, y durante 16 años, se alternarían el gobierno. Los que habían fomentado el desangramiento resurgieron como civilistas, autores del retorno a la democracia. Sus medios de comunicación fueron tendiendo un manto de amnesia que los autoamnistió : se calcula que entre 1948 y 1958, periodo conocido como “Época de la violencia”, unos 300 000 colombianos fueron asesinados, y unos 200 000 fueron desplazados de las mejores tierras. Todos pobres.

Un suceso externo sacudió a Colombia, así como a todo el hemisferio : sin el apoyo de Moscú o Pekín, el 1 de enero de 1959 triunfó la Revolución Cubana. El “enemigo” estaba en el mismo patio. Por tanto, la función de los ejércitos latinoamericanos debía pasar de “defensa del hemisferio” a la de “seguridad interna”. Había que evitar nuevas Cubas.

Para ello, el Gobierno estadounidense de John F. Kennedy impuso la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN). Esta englobaba toda una variante de metodologías contrainsurgentes para acabar con el “enemigo interno”.

Ese “enemigo” ya era un viejo conocido en Colombia. En octubre de 1928 se había dictado la Ley de Defensa Social, para impedir “la ola impetuosa y demoledora de las ideas revolucionarias y disolventes de la Rusia del Soviet” (4). Así se explicó el porqué de las huelgas obreras contra las petroleras estadounidenses, y el nacimiento del Partido Socialista Revolucionario, primera organización de izquierdas. Ese mismo año se utilizó por primera vez la palabra “subversión” contra una huelga de trabajadores bananeros.

Como se trataba de seguridad nacional, a las Fuerzas Armadas latinoamericanas se les fue traspasando, directa o indirectamente, el poder político. Por tanto, necesitaban un adiestramiento militar y político diferentes. Esto se empezó a dar de manera masiva a comienzos de 1962 en la Escuela de las Américas, centro de adoctrinamiento estadounidense instalado en la zona del canal de Panamá. Desde el primer momento, los militares colombianos estuvieron entre los más numerosos (5).

Para comienzos de los años 1960, las autodefensas campesinas del suroeste del país, ahora lideradas por el Partido Comunista, perseveraban en resistir. Como parte de la DSN, por primera vez en el continente se aplicó la Acción Cívico-Militar (ACM), para lo cual viajó un equipo asesor de Fort Bragg, en febrero de 1962. Se pretendió mostrar a militares y policías como entes de utilidad social que trabajaban mano a mano con el pueblo. Ganar los corazones y las mentes al comunismo era una de las estrategias de la ACM. La otra era recopilar información de inteligencia. Por su dinámica, la ACM permitió a las Fuerzas Armadas ser parte de los ministerios de Agricultura, Obras Públicas, Salud y Educación.

En este mismo año de 1962, al amparo de leyes dictadas bajo estado de sitio, pasaron a las Fuerzas Armadas los problemas de “orden público”, que incluían todo tipo de protesta social. Se iba instalando así un Estado militarizado, sin que se llamara dictadura.

El 27 de mayo de 1964 se inició una inmensa acción militar en contra de los campesinos “bandoleros” del suroeste del país : la Operación Marquetalia. Ya la ACM había hecho su parte. Como otro método contrainsurgente se puso en práctica la guerra psicológica. En la radio, y por todo el país, se escuchaban noticias que generaban zozobra y rabia contra esos que estaban creando “repúblicas independientes”. Encabezados por los veteranos de Corea, y los graduados de las escuelas de Lanceros y de las Américas, 16 000 soldados cercaron una extensa región. Contaban con el asesoramiento estadounidense y su poderoso armamento. Esa demostración de fuerza, acompañada de la histeria desinformativa, para agredir a un grupo de 52 hombres y 3 mujeres mal armado.

Jaime Guaracas, uno de los que participó en la defensa de las regiones, contó : “Ninguno de nosotros tenía experiencia militar. Ni sabíamos con qué tipo de ejército íbamos a enfrentarnos. Había dos reservistas, pero no sabían técnicas de combate” (6). El grupo tuvo que adoptar rápidamente la guerra de guerrillas : unidades en movimiento permanente que evitaban la confrontación, y que al atacar tenían en la sorpresa su mejor arma. Así nació, en ese día de mayo, la organización que dos años después se empezaría a llamar Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El 4 de julio, cuando la Operación Marquetalia arreciaba, al noreste del país dieciocho hombres emprendían la creación de otra guerrilla. Era uno de los “efectos” de la Revolución Cubana. En 1962, el Gobierno de la isla había concedido becas a veintisiete jóvenes. “Siete de ellos adquirieron formación ideológica y militar. Regresaron al país para crear el Ejército de Liberación Nacional (ELN). No actuaron como las autodefensas campesinas, que se dedicaban a defender una zona” (7). Esto quedó demostrado el 7 de enero de 1965, cuando tomó la población de Simacota y anunció que su lucha sería por la toma del poder.

El ELN trató de no caer en la pugna ideológica chino-soviética que vivía la casi totalidad de la izquierda en el mundo. La confrontación se vivió en el interior del Partido Comunista colombiano. Algunos de ellos rompieron con este y crearon el Partido Comunista de Colombia, Marxista-Leninista. Eran los prochinos o maoístas. Esto también tuvo lugar en 1964. Tres años después formarían el Ejército Popular de Liberación (EPL) : pretendían la toma del poder.

Actualmente se cumplen 50 años de la formación de esas organizaciones revolucionarias : hoy están presentes en toda Colombia ; principalmente las FARC y el ELN. Al iniciarse la Operación Marquetalia, el presidente Guillermo León Valencia aseguró lo que todos sus sucesores, sin excepción, repetirían : “Mucho antes de que termine mi Gobierno el país estará totalmente pacificado” (8). La única realidad es que las condiciones objetivas que llevaron al nacimiento de estas guerrillas, tanto sociales, económicas, políticas como de represión, se han incrementado, mientras que Washington decide hoy más que nunca en la vida de los colombianos, sin dejar de atizar la guerra.

Y lo inverosímil : el 2 de septiembre de 1958, unos campesinos guerrilleros, liberales y comunistas, le hacían llegar una carta al presidente Alberto Lleras Camargo : “La lucha armada no nos interesa, y estamos dispuestos a colaborar por todas las vías a nuestro alcance en la empresa pacificadora que ha decidido llevar este Gobierno.” Entre los firmantes estaba Manuel Marulanda Vélez, quien –ante la falta de respuesta del Gobierno– acabaría por convertirse en el jefe máximo de las FARC.

NOTAS :

(1) Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, tomo 1, Círculo de Lectores, Bogotá, 1988.

(2) Eduardo Franco Isaza, Las Guerrillas del Llano, Círculo de Lectores, Bogotá, 1986.

(3) José Joaquín Matallana, en Olga Behar, Las Guerras de la Paz, Planeta, Bogotá, 1985.

(4) “Memorias del Ministerio de Guerra, Ignacio Rengifo, 1927”, citado en Renán Vega Cantor, Colombia entre la Democracia y el Imperio, de. El Búho, Bogotá, 1989.

(5) De 1949 a 1996 se graduaron cerca de 10 000 oficiales y suboficiales en los centros de guerra irregular estadounidenses.

(6) Entrevista del autor a Jaime Guaracas, uno de los fundadores de las FARC, marzo de 2009.

(7) Entrevista del autor a Ramiro Vargas, miembro del Comando Central del ELN, septiembre de 1998.

(8) El Tiempo, Bogotá, 8 de mayo de 1964.





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