Comentar a Toni Negri es una labor muy complicada. […] Voy a intentar detenerme en algunos puntos para dialogar a partir de la experiencia boliviana, para hacerle conocer algunos aspectos de nuestro país y para que eso pudiera servir también como insumo para sus posteriores reflexiones. […]
Nuevas formas de organización en Bolivia
Un elemento que menciona Toni es el del cambio en el carácter del consumo de la fuerza de trabajo, un paso de lo material físico hacia lo cognitivo. Este es un tema que ya lo había estudiado Marx en el siglo XIX a través de la categoría que mencionaba Toni : la subsunción formal del proceso de trabajo bajo el capital.
Marx plantea que la capacidad intelectiva de las personas cuenta más que el esfuerzo físico, situación que tiende a aumentar. Sin embargo, está claro que en el desarrollo del capitalismo nunca contó solamente lo físico, porque la fuerza de trabajo siempre tuvo dos componentes : el componente intelectual-cognitivo y el componente físico.
Lo que ha hecho el capitalismo contemporáneo es modificar la relación entre lo intelectivo y lo físico, ampliando cada vez más el esfuerzo intelectivo y reduciendo a lo mínimo la parte física a medida que se desarrolla la tecnología, puesto que el esfuerzo físico puede ser sustituido por máquinas.
En cambio, para la actividad intelectiva y cognitiva, Marx marca una modificación en el polo capitalista : que lo intelectivo es social. Es un hecho universal el trabajo físico individualizado y más personalizado, que también es fruto de la colectividad, pero no hay nada más universal que lo cognitivo, lo intelectivo y lo asociativo. Ciertamente, el capitalismo se desarrolla mediante una apropiación creciente de la capacidad cognitiva, que es un producto y una fuerza productiva universal y universalizante ; de ahí este carácter totalizante y universal del desarrollo contemporáneo del capitalismo.
Toni introduce una categoría muy interesante, yo diría rica : el movimiento de los movimientos, porque eso nos permite ver la acción colectiva, la actividad de la sociedad, el movimiento obrero, no a partir solamente de su estructura, sino fundamentalmente de su acción. La clave de la acción colectiva de la sociedad es justamente eso : su proceso, su movilización, que se objetivizan en sus estructuras, sus discursos, sus liderazgos. Pero lo fundamental es, sin duda, la propia acción y la propia movilización. De ahí el concepto preciso y valioso de movimiento de los movimientos. […]
Democracia y representación en Bolivia
Toni menciona que uno de los puntos que estaría siendo sometido a crítica por este proceso del capitalismo es el de la democracia, fundamentalmente el de la representación política, un asunto muy cercano a nosotros.
La democracia es, por definición, una contradicción en sí misma. Por una parte, es el proceso de disolución de la toma de decisiones de la propia sociedad, pero por otra, tal como se ha dado históricamente, es el proceso de concentración de la toma de decisiones. Cuando se habla de concentración se está hablando de representación. Una sociedad de nueve millones de habitantes o de sesenta o de cien o de doscientos millones de habitantes tiene que tomar decisiones, y al tomar decisiones tiene que concentrar. No siempre pueden concentrarse los nueve millones de personas para tomar estas decisiones, por lo tanto, hay que delegar responsabilidad y representar.
Pero al delegar –lo que es a la vez una doble contradicción– uno entrega su voluntad a otro y es necesario volver a verificar la decisión de uno ; resulta contradictorio porque ya no es uno el que toma la decisión, sino que será otro quien lo haga por uno. Si no se delega, no hay eficacia en la toma de decisión, y si se delega, se está entregando la voluntad de uno al criterio y la voluntad de otro.
Esta contradicción viene desde la época de Cristo hasta nuestros días, son distintas modificaciones. Nosotros aquí en Bolivia, vivimos nuestro proceso por una parte como una gran expansión de la democracia que sale a las carreteras, a las calles, que se moviliza en sus sindicatos, en sus barrios, se indigna contra los gobernantes, les quita el derecho a tomar decisiones –Sánchez de Lozada, Carlos Mesa y otros– y resuelve asumirse con ese derecho. Este es el momento de la expansión del hecho democrático, la democracia se visibiliza como un derecho real, no meramente formal de depositar el voto.
Bolivia ha vivido los últimos siete años en un ciclo de intensas movilizaciones sociales que pueden ser leídas como ciclos de intensas reinvenciones de la democracia : amas de casa, jóvenes, campesinos, obreros, intelectuales, deliberando, tomando decisiones en sus manos, planteando sus objetivos, cambiando gobernantes y definiendo lo que tiene que hacerse con el país : nacionalizar los hidrocarburos, la Asamblea Constituyente, recuperar los recursos naturales. Como un programa de acción de gobierno, de gestión de lo colectivo que no nació ni de las universidades ni del antiguo movimiento obrero, sino de los procesos de deliberación democrática de la sociedad plebeya, desde sus centros territoriales locales, que se fueron agrandando y convirtiendo en grandes centros de deliberación general.
Pero llega un momento en que esto no continúa, llega a un límite, comienza a reducirse, y hay que estudiar los motivos. Entonces, comienza a plantearse la delegación de funciones, la entrega de voluntad, no solamente en elecciones internas electorales sino, incluso, en términos de las propias necesidades básicas.
Tomo como ejemplo la lucha por la recuperación de la empresa del agua en Cochabamba, con la que se inició esta época de grandes movilizaciones sociales en Bolivia. La gente de Cochabamba se movilizó, expulsó a una empresa, cambió la ley, desconoció al Parlamento y dijo que el agua no debería ser privada, que debería ser de la sociedad ; la tomó directamente y luego de hacer eso, se replegó a su casa a esperar tenerla pronto.
¿Hasta qué punto es posible mantener ininterrumpidamente el movimiento de reapropiación o cuáles son las condiciones que explican que la sociedad, después de haber conquistado y de haber ejercido su derecho democrático, luego busque un camino de delegación ? En el fondo nuestro gobierno es eso, en el fondo es el resultado de un gigantesco proceso de movilización social, de autorepresentación social y de cinco años ininterrumpidos con decenas de muertos, perseguidos, mutilados ; de heroicas movilizaciones que se expanden por todo el país, y luego la gente dice : “Bueno, aquí está mi voto y usted, compañero, encárguese de continuar lo que yo hice”.
¿Fue correcto o no lo fue ? ¿Hasta qué punto no sería mejor esperar que la sociedad siga movilizándose y entonces el gobierno, resultado de esta movilización, se convierta en algo irrelevante, secundario, innecesario ?
¿Cómo fue que la sociedad llegó hasta ahí y entregó la posta a unos representantes para luego replegarse temporalmente a la espera de que ellos hagan cosas que habían sido esperadas por la sociedad ? ¿Cómo pensar en la posibilidad de una nueva democratización de la sociedad que no sea cuánto hace el gobierno, sino cuánto vuelve a movilizarse nuevamente la sociedad para ir por encima o por debajo del gobierno, a una nueva oleada ? Esa es nuestra esperanza, y ahora hablo como gobernante, pero también como investigador.
La clave aquí es preguntarse : ¿es posible que la sociedad se mantenga movilizada ininterrumpidamente, es posible pensar en un proceso de autorepresentación ? Hay algunas pistas en el mundo campesino indígena de tierras altas y de tierras bajas, donde existen procesos de representación, pero donde no hay un proceso de delegación del poder. La autoridad tiene que cumplir el mandato, pero el mandato en sí mismo no tiene poder, no tiene un mecanismo de coerción, no tiene un mecanismo económico. La ejecución depende de la delegación de la propia decisión de la colectividad, incluso para poder pagar el transporte del representante ; esa es una experiencia local comunitaria boliviana.
Que esto pueda potenciarse para ir generando un mecanismo de representación que no signifique delegación de las decisiones, que no sea simplemente representación de la decisión, sino más bien preservación de la capacidad de mando material y objetiva de la sociedad que está siendo representada, a eso le hemos llamado un “proceso de comunitarizacion del poder”. Es otro término complicado y contradictorio en sí mismo, porque todo poder es por definición monopolio y todo comunitarismo es por definición socialización.
Pero quizá valga la pena cabalgar sobre la contradicción, quizá sea esta la mejor forma de romper con la governance, que es la anulación de la contradicción. La clave de una nueva izquierda es cabalgar sobre la contradicción, vivir en la contradicción como única manera de permitir siempre el flujo vital de la sociedad, pero a la vez, la eficacia de esa vitalidad en imagen y decisión.
Apostar solamente a la movilización social y a la posibilidad de las grandes acciones colectivas es deseable para cualquier revolucionario. Resulta asimismo idealista porque la sociedad no se moviliza permanentemente ni ininterrumpidamente ; la sociedad también reposa y luego vuelve a movilizarse, luego vuelve a reposar ; el lapso de esos reposos puede ser de una semana o pueden pasar décadas, es imprevisible. […]
Movimiento de los movimientos en América Latina y en Bolivia
El continente latinoamericano, nos planteaba Toni –y comparto la idea–, está viviendo un proceso de transformaciones muy intensas. En el debate académico y político en América Latina, esto es visto como que existen gobiernos de izquierda ; esa es la superficie. Pero, en el fondo del fondo, yo creo que lo que describe Toni es correcto : hay una ruptura y un debilitamiento de los mecanismos de dependencia del poder central.
Esto no es solamente un hecho de voluntad política o de liderazgo. Hay una base material del continente en biodiversidad y recursos energéticos que permite una plataforma de intervención y de eficacia en cierta toma de decisiones a nivel mundial ; una consolidación creciente de un mercado regional frente a Europa, frente a China y frente a la India. Pero también hay múltiples, sofisticados y difusos, pero activos, mecanismos de su acreditación que todavía están vigentes.
Buena parte del empleo continental y la deuda externa latinoamericana de los años sesenta y setenta se sostuvieron sobre los petrodólares, y eso permitió crear una serie de grilletes y de cadenas al desarrollo continental. Era muy evidente que el continente era un siervo frente a otros poderes. En el momento actual los petrodólares han retrocedido o han surgido otros “petrodólares locales”, otra forma de riqueza local que ha permitido una relativa soberanía.
En Bolivia, hace tres años, exportábamos 1.600 millones de dólares, hoy estamos exportando 4.000 millones de dólares ; en dos años hemos casi triplicado la exportación. Eso tiene relación con la potenciación de sectores productivos, pero también con una mayor capacidad de este gobierno para tomar decisiones.
Hasta hace dos años, los gobiernos bolivianos tenían que ir al Fondo Monetario Internacional o al Banco Mundial a pedir dinero para pagar salarios a sus trabajadores. Hoy no tiene por qué pasar por eso ; puede pagar salarios con sus propios recursos. ¿Significa que estamos regresando al capitalismo de Estado de los años sesenta ? No, porque los mecanismos de interdependencia y de interconexión son mucho más evidentes. Hay exportación de este país porque hay una China que consume más mineral, hay la India que extrae su producción, y si no fuera por eso, nuestras exportaciones estarían limitadas y no tendríamos la solvencia para tomar decisiones.
Entonces, hay una renovación de mecanismos de decisión autónoma con otros flujos de determinación externa. Lo que ha variado son las características de esos flujos externos y la fuerza de los mecanismos de decisión interna, lo que está permitiendo, sin duda, una reconfiguración del continente. En cierta medida, pareciera ser que el continente latinoamericano se está adelantando a otros en estas cosas.
Esta modificación de la relación de dependencia y de soberanía –no en el sentido decimonónico, sino en el sentido contemporáneo de que puede haber soberanía relativa sobre ciertos asuntos y dependencia sobre otros– está permitiendo cosas muy interesantes en el continente. Potencialmente, existen mayores procesos de integración, un despertar más activo de una sociedad civil que se querella por el excedente y su distribución más correcta, y que al querellarse por la distribución del excedente crea formas de participación y de acción política diversas, desde las autónomas hasta las mediadas o subordinadas a viejos y nuevos poderes. Pero, en todo caso, el continente –y no solamente Bolivia– es una zona de experimentación de nuevas formas del movimiento de los movimientos.
Creo que en Latinoamérica se están inventando cosas nuevas, que a veces parecen antiguas pero que en el fondo son muy nuevas. La experiencia Argentina con el movimiento piquetero, los procesos de intercambio de productos y el fomento del comercio solidario, experiencias urbanas que fueron un modo de desarrollo de la creatividad social ; la experiencia brasilera con el Movimiento Sin Tierra y las experiencias de gobierno regional y municipal han creado otro escenario de experimentación de mecanismos de organización muy nuevos. Y Bolivia, a su modo, tiene también su propio aporte en lo nuevo.
Hemos pasado de una forma de movilización territorializada –fábrica, gran empresa– a un tipo de acción colectiva desterritorializada usando abusivamente de su poder. Es la movilización de El Alto, la movilización del altiplano aimara, la movilización de los regantes y ciudadanos de Cochabamba.
En Bolivia no hay movimientos sociales de base territorial ; podría decirse que lo que hay son movimientos sociales con temáticas transversales. El tema del agua y el tema del gas juntan a campesinos, a intelectuales, a pequeños productores, a comerciantes, a obreros asalariados, que se mueven en torno a un objetivo. Una vez conquistado el objetivo, cada cual regresa a su actividad local, territorial, para luego ser convocados nuevamente por otra acción colectiva, por otra movilización y por otra demanda.
Algo nuevo acá, que resulta central para entender Bolivia, es el replanteamiento del tema de la identidad. Toni Negri decía que, en el fondo, todo es lucha de clases –yo coincido plenamente con esa afirmación–, y lo interesante en Bolivia es que las clases sociales han sido construidas étnicamente o, si se prefiere, hay una dimensión étnica de la clase social.
En el fondo, toda clase social tiene una dimensión étnica cultural, pero no siempre la dimensión étnica cultural es el mecanismo mediante el cual se visibilizan las clases sociales. En el mundo entero, las sociedades tienen una dimensión y un componente étnico cultural, pero las circunstancias han hecho que en Bolivia esta parte étnica cultural de la constitución material de las clases sociales sea el resorte identitario movilizador en torno al cual se despiertan las convocatorias, las indignaciones y las propuestas frente al Estado.
En el caso de Bolivia, la forma de visibilización de la organización, no la única pero la más importante y con mayor capacidad de presión social, se ha hecho notoria a partir de la reivindicación del complemento étnico, cultural y de identidad. Y no por casualidad, porque era una sociedad racista que escondía la dominación de clase detrás de una dominación étnica, y las clases sociales podían visibilizarse a partir del color de la piel, del idioma, del apellido.
Lo interesante en Bolivia es que hay una movilización colectiva de pequeños productores, de obreros fragmentados, de obreros desterritorializados, pero que no se movilizan ni levantan sus banderas públicas a través de la identidad obrera, sino de la identidad cultural o, en otros casos, a partir de una temática aglutinadora. Por supuesto, eso obliga a reinventar las formas de organización, las formas discursivas y las formas de interconexión.