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¿Van a desaparecer las otras librerías ?

lundi 2 février 2009   |   Sergio Valdeska
Lecture .

Lista de “libros más vendidos” en España de cualquier suplemento literario : “ficción”, los libros más promocionados ; “no ficción”, ni una sola obra que pudiera sospecharse de pensamiento, sino de autocomplacencia o autoayuda. ¿Dónde se venden estos libros ? Mayoritariamente en grandes librerías o secciones de librería de grandes superficies. ¿Se venden en todas las librerías ? No. ¿Hay librerías que renuncian a vender esos productos ? Sí : otras librerías, lugares semejantes a un libro de preguntas que se agranda, a un espejo de curiosos confusos donde no es preciso manifestar complicidad, la causa común está servida, y la atmósfera producida es simplemente la necesaria.
Único problema, y no es menor : hoy, la mayoría de estas otras librerías van cerrando o viven del jueves milagro (1), algo así como ventas a seres que aún desean mantener con sus compras estos espacios.

Tres parecen ser las causas mayores de la desaparición de estas otras librerías : proveedores, consumidores y el propio hacer del librero.

Proveedores. Las distribuidoras de libros hacen sus números y deciden que servir a las otras librerías no es rentable. Para esos proveedores es preferible colocar cien ejemplares de un libro en un punto de venta, haciendo mayor descuento, que en diez, con todos los gastos de gestión y transporte que ello origina. Los libros son enviados a las grandes librerías en cajas bien embaladas, y con generosos descuentos. Las otras librerías reciben paquetes ligeros, con volúmenes manipulados ; sin cuidado en origen, ni por los transportistas. Un buen porcentaje de las obras llega en estado lamentable. Los ejemplares que, en mejores condiciones, se reciben en una librería especializada son los que vienen directamente desde proveedores europeos y estadounidenses. Cuando antes se encargaba un texto en una librería se podía, llamando al distribuidor, informar al cliente de la disponibilidad del producto y del tiempo aproximado de recepción. Esto es hoy imposible ; la nota más común en los albaranes de un proveedor sobre un libro no servido es “pendiente de servir”, expresión que para el librero no significa nada ; y que el cliente es incapaz de reinterpretar. Así, las ventas por encargo se diluyen.

Las reclamaciones de las otras librerías a distribuidores no se tienen en cuenta y se dan por seguras grandes risotadas tras su lectura. El resultado es la indefensión de estas otras librerías. Los editores pequeños y medianos ignoran estos hechos y se centran en la masa de ventas, confiando sus obras a distribuidores que son meros almacenistas y renunciando por incapacidad o desinterés, a gestionar directamente el servicio a librerías ; pensando que todo se apañará. Los otros libreros ya están apañados.

Consumidores. Todos, todos los días se escuchan en nuestras otras librerías expresiones en principio halagadoras : “¡No desaparezcáis nunca !”, “¡Qué alegría me he llevado, todavía estáis !”, “¡Enhorabuena por la librería !” Si todas estas frases significaran fidelización de asiduos y ventas, el negocio sería ciertamente muy saludable. ¿Hay doblez en esas palabras escuchadas ? Claro que no. Pero ¿qué significan ? Suponemos que las otras librerías, de autor, especializadas, independientes o como se deseen nombrar, son para muchos como celdillas de nostalgia y melancolía pasadas y futuras ; respiradores del Oblómov (2) que se lleva dentro ; y la sensación de que, en el mundo real, no todo transcurre en el reino de las fusilerías. Una librería especializada, con un criterio de selección exigente, es una discrepancia al sistema, no necesariamente como la escondida y simpática librería anarquista junto al Whitechapel que hace unos días pisé en Londres, pero sí con una línea clara y fiel a un interior pensado para que produzca en el visitante el golpe de efecto de diferencia y de cierta integridad.

¿Por qué estos personajes halagadores de paso no se convierten en asiduos ? ¿Por qué siguen comprando con preferencia en las grandes librerías ? Alguien dirá que, bueno, quizá porque no se puede digerir caviar todos los días, o por la comodidad y ensoñación del anonimato que producen las grandes superficies. O habrá más razones ; igual es que, estos grumos de atención que intentan ser las otras librerías exigen demasiado poso de ánimo. Tal vez haya algo de pretenciosidad en estos escaparates y estanterías anti-algo. Qué más da, las cosas son como son ; y como escribió Marco Aurelio : deberían verse “desprovistas de temblor” (3). Quizás sea eso lo que atrae y repele a la vez en las otras librerías. Un oxímoron del estar, un contrapuesto inmanejable de picoteo y profundidad de sabores.

Consumidor de mención especial, es el más invisible de ellos : las bibliotecas. La bibliotecaria, pocos son los bibliotecarios, es alguien que vive entre libros pero que jamás pisa una librería. Caray, se podría esgrimir, tampoco los soldados pisan las fábricas de armas. El nombre de una librería es para ellos como el de una parada de metro urbano, una palabra de un plano subterráneo, costosa de aprender y pronunciar, un circulillo en un desplegable útil, que permite ir de aquí para allá con la sensación de no abandonar la mesa camilla.

Libreros. Ya no hay viabilidad para las otras librerías sin especialización en temas, épocas e incluso atmósferas. La idea de obrar con intención debe prevalecer como en cualquier actividad humana ; y es aconsejable desechar la sensiblera imagen de baluarte de otras épocas, de nostalgias alimentadas por escritores que hacen sus listas de algo así como “librerías con encanto”.

El encanto es el amante apasionado del desencanto y creerse parte de él convierte al librero en un hesicasta (4) de la queja, una lacra lastimera para el quehacer diario. La cultura es, con frecuencia, una pasta inflada por quienes nos presentan formas de rareza que producen genios. Como cualquier espacio, la librería ha de transmitir interior, siendo fiel a sí misma, rechazando condicionantes de oportunidad, borrando y borrando, separando y escogiendo en lo ensalzado por reseñadores profesionales, escarbando en fondos editoriales. El librero ha de mostrar, hacer evidente, aclarar presencias y valerse de quiasmos (5) y entrecruzamientos que pongan a la mano la idea de un solo y gran libro, que, como “el zen en el arte del tiro con arco” (6), muestre un grado de diferencia tal que inmediatamente pueda verse.

¿Son viables hoy estas otras librerías ? A pesar de la lamentable distribución del libro, de la aparente indiferencia de los editores, de la actitud guadianesca de los consumidores y del incierto momento de los propios libreros creo que sí. Pero lo serán más si se establecen sólo como un tipo de comercio exigente, ofreciendo un producto muy seleccionado y con el criterio de calidad que ejercitan otros negocios con interior y sin cargas de misiones culturales.

Estas otras librerías resurgirán más ligeras y claras cuando desechen la imagen de actividad sensiblera, intimista, de ninguna manera especial y se alejen de las tontunas vehementes que destilan ciertos escritores, críticos y personajes que les otorgan un papel de reservas. Ya se sabe el destino de tales excepciones. Cuando no aspiren a ser lugares sub specie aeternitatis, con aspecto de bastiones de otra época y se conviertan en espacios con atmósfera de presente, en los que el silencio no sea instrumento de resistencia, sino acomodo del estar. Hay panaderías, queserías, pescaderías, etc. con tales atmósferas, construidas por quienes se esfuerzan y preocupan, sin ignorar las fuentes, en un obrar puesto a los sentidos del otro. Y al respeto de lo otro. 

 

© LMD EDICIÓN EN ESPAÑOL

 

Notas :

(1) NDLR : Alusión a la película de Luís García Berlanga, Los jueves, milagro (1957), en la que, para atraer de nuevo el turismo a un pueblo en decadencia, unos amigos difunden el rumor de que, cada jueves, se produce un milagro.

(2) NDLR : Oblomov (1859) es el título de una novela rusa de Iván Goncharov (1812-1891), una sátira de la aristocracia rusa del siglo XIX. Un “Oblomov” designa a una persona inactiva, ociosa, letárgica, ensimismada en sus sueños e incapaz de realizar cualquier actividad importante.

(3) Marco Aurelio, Meditaciones, Libro IV : 3, Alianza editorial, Madrid, 2005.

(4) NDLR : Hesicasta llaman, en Oriente, a los monjes que se dedican a la contemplación (que están tranquilos, inmóviles, tal es el significado de la palabra griega).

(5) NDLR : El quiasmo, figura de la retórica, es una forma literaria de la repetición. Consiste en repetir palabras o expresiones iguales de forma cruzada y manteniendo una simetría, a fin de que la disparidad de sentidos resulte a su vez significativa. Ejemplo : “Ni son todos los que están, ni están todos los que son”.

(6) NDLR : Título de un libro del filósofo alemán Eugen Herrigel (ediciones Gaia, Madrid, 2005) que posee la virtud de presentar la doctrina Zen desde la mente de un occidental. El libro cuenta sus seis años como discípulo de uno de los más reconocidos maestros de arquería (kyudo) de Tokio, cómo superó sus inhibiciones y aprendió a estirar el arco libre de intención y con un tipo de “fuerza no forzada” que permitía al tiro desprenderse del tirador como fruta madura que cae de la rama. Esta experiencia le mostró nuevas certezas y transformó todo su ser. “Para alcanzar la maestría en un arte, no basta conocimiento técnico. Uno debe trascender la técnica de manera que el dominio se convierta en un ’arte sin artificio’ y emane directamente de lo inconsciente”.





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