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ODEBRECHT, UNA MULTINACIONAL MIMADA POR EL ESTADO

Los brasileños también tienen su gran multinacional

jeudi 31 octobre 2013   |   Anne Vigna
Lecture .

En junio de 2013, el descontento social condujo a los brasileños a manifestarse masivamente en las calles del país. Entre sus denuncias se hallaban las desigualdades, las condiciones de transporte indignas, la corrupción y… la multinacional Odebrecht : a ojos de muchos, la empresa encarna los deslices de un capitalismo clientelista.

“¿Podría mencionar alguna multinacional brasileña ? –preguntaba en 2000 The Economist–. ¿Difícil, no ? Mucho más que nombrar a un belga famoso” (1). ¿El semanario británico se estaba haciendo el gracioso, o simplemente no sospechaba que los grandes grupos brasileños bailarían rápida y espectacularmente al son del gran capital ? Como Odebrecht, que actualmente es a Brasil lo que Tata es a la India o Samsung a Corea del Sur (2). En Sao Paulo, Río de Janeiro, Buenos Aires o Asunción es difícil pasar un día sin utilizar la electricidad que genera, las carreteras que construye o los plásticos que produce.

En efecto, descrita a menudo como una empresa de construcción e ingeniería, Odebrecht se ha diversificado desde hace mucho tiempo para convertirse en el grupo industrial más grande de Brasil. Energía (gas, petróleo, centrales nucleares), agua, agroindustria, sector inmobiliario, defensa, transporte, finanzas, seguros, servicios ambientales o incluso petroquímica : la lista de sus actividades resulta de lo más variada. Sin embargo, si bien el grupo brasileño es el que más represas construye en el mundo, con once obras simultáneas en 2012, es el sector de la petroquímica el que genera más del 60% de sus ingresos. Braskem, la “joya” que comparte con Petrobras, produce y exporta resinas plásticas a unos sesenta países.

El grupo –¡perdón !, “la organización”, tal como quieren que se lo llame– dispone actualmente de sedes en veintisiete países y emplea a más de 250.000 personas, 80.000 de ellas en forma indirecta. En diez años, su volumen de negocios se sextuplicó, pasando del equivalente a 5.000 millones de euros en 2002 a 32.300 millones diez años más tarde. “Odebrecht es uno de los grupos brasileños que más espectacularmente creció estos diez últimos años, para convertirse de alguna manera en la columna vertebral de la economía brasileña”, resume João Augusto de Castro de Neves, encargado para América Latina del centro de análisis económico Eurasia Group.

De origen alemán, la familia Odebrecht emigró al estado brasileño de Santa Catarina en 1856, antes de instalarse en Salvador de Bahía, más al norte, donde se creó la empresa familiar en 1944. A los 93 años, Norberto, el fundador, ideólogo y encarnación de la empresa a la cual dio su apellido, sigue siendo el gran artífice de un grupo dirigido actualmente por la tercera generación, su nieto Marcelo. En esto no se han hecho concesiones : la filosofía de aquel a quien llaman el “doctor Norberto” sería la clave del éxito.

“El riesgo es crecer demasiado rápido y que nuestros nuevos integrantes (aquí no se habla de ‘empleados’) no tengan tiempo de aprender lo que constituye nuestra fuerza : la TEO”, señala Marcio Polidoro, el portavoz del grupo. ¿TEO ? La “Tecnología Empresarial Odebrecht”, que “comunidades de conocimiento” se encargan de difundir entre los trabajadores. La idea rectora de este mecanismo de “transmisión de experiencia” : lograr “una educación constante gracias al trabajo” entre los “líderes educadores” y los “jóvenes talentos”. Un modelo de empresa-escuela donde el saber apunta menos a emancipar que a incentivar la productividad.

“La organización debe tener una estructura horizontal donde las decisiones y resultados, en lugar de bajar y subir, fluyan y refluyan”, escribe Norberto Odebrecht en sus obras completas, publicadas bajo el título La Educación por el trabajo, que cada nuevo empleado tiene la obligación de leer. Educado por un pastor luterano, primero en alemán, luego en portugués, Odebrecht se aferró a los valores morales de su educación : “El primer deber del empresario es controlar su salud, llevando una vida sencilla, lejos de los placeres mundanos y los vicios”, escribe así con naturalidad el patriarca. Pero su máxima favorita sigue siendo : “La riqueza moral es la base de la riqueza material”.

Mal que le pese a Norberto, tanto en el caso de Odebrecht como en el de la mayoría de las multinacionales brasileñas, otros factores influyeron al menos tanto como la ejemplaridad espiritual. Comenzando por el Estado.

A partir de la década de 1930, primero bajo el impulso de Getúlio Vargas y luego bajo la dictadura militar (1964-1985), la estrategia de desarrollo económico autónomo y de sustitución de importaciones condujo al poder a desempeñar lo que el economista Peter Evans describe como un papel de “comadrona” en “el nacimiento de nuevos grupos industriales o la expansión de aquellos que ya existían hacia nuevos tipos de producción, más arriesgados” (3). Construcción de represas, carreteras, metros, instalaciones petroleras, centrales nucleares : el “milagro económico” generado por las políticas voluntaristas (y antisociales) de la dictadura significó un maná para Odebrecht.

A la sombra del Estado, la empresa pudo socializar el coste de su desarrollo tecnológico : los contribuyentes pagaban más caro por productos y servicios que el país se negaba a importar. El resultado echó por tierra los presupuestos ideológicos de la Brookings Institution, un think tank liberal estadounidense : “paradójicamente”, el proteccionismo brasileño habría “ofrecido sólidos cimientos a la nueva generación de empresas privadas, orientadas hacia el exterior y comprometidas en la competencia mundializada” (4).

Cuando el “milagro” brasileño llegó a su fin, en las postrimerías de los años 1980, los grandes grupos brasileños disponían de tecnologías y recursos suficientes como para conquistar el mercado internacional. Para Odebrecht, serían Perú y Chile en 1979, Angola en 1980, Portugal en 1988, después Estados Unidos en 1991, y finalmente Oriente Próximo en los años 2000.

La empresa recuperó su relación privilegiada con el Estado cuando el ex sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia, en 2003. Para sorpresa de muchos, Lula buscó contactos y apoyos en el seno de una patronal que, en parte, se consideraba demasiado golpeada por las políticas librecambistas de Henrique Cardoso (1995-2002). Los encontró.

“Con el presidente Lula el capital privatizado durante los años 1990 regresaría a la esfera pública”, explica Pedro Henrique Pedreira Campos, investigador en Historia Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Pero sin ser nacionalizado. ¿Cómo ? “A través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), Petrobras y las grandes cajas de pensiones de empleados públicos (5), el Estado brasileño está presente hoy en 119 grupos, frente a 30 en 1996”. Así, el grupo Odebrecht puede contar con el dinero del fondo de garantía FI-FGTS –que indemniza a los desempleados brasileños y posee el 27% de Odebrecht Ambiental, así como el 30% de Odebrecht Transporte– o el del BNDES, que, desde 2009, controla el 30% de Odebrecht Agroindustrial. Finalmente, Petrobras es accionista en un 38% de Braskem. ¿La estrategia del gobierno brasileño ? Promover “campeones” capaces de mostrarse competitivos en la escena internacional.

El “carisma” del presidente Lula da Silva y una nueva política exterior –orientada menos hacia Estados Unidos y Europa y más hacia América Latina y África– contribuyeron también al éxito de los grupos brasileños a nivel internacional. Durante sus dos mandatos (2003-2011), el presidente Lula viajó por ejemplo a veinte países de África y abrió en ese continente treinta y siete embajadas y consulados. En cada caso, el BNDES propuso créditos para que las empresas brasileñas conquistaran mercados, en particular frente a la competencia china. “No hay que olvidar que el BNDES dispone de un presupuesto superior al del Banco Mundial. Y esos créditos en el extranjero están reservados a las exportaciones de bienes y servicios brasileños. Es decir, que sólo una empresa brasileña puede obtener un mercado, aun cuando sea un Estado extranjero el que va a pagar la cuenta”, explica Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getúlio Vargas de Sao Paulo. En dos años, financió unos 1.800 millones de euros en proyectos realizados por Odebrecht en África y América Latina. ¿Acaso debería sorprender ? Odebrecht es el encargado de construir los principales estadios donde se jugarán los partidos del Mundial de Fútbol 2014 (Río de Janeiro, Sao Paulo, Recife y Salvador) y al que le han adjudicado las grandes obras de los Juegos Olímpicos de 2016, en Río : el complejo olímpico, la nueva línea de metro, la urbanización del puerto.

De ahí a hablar de favoritismo, no hay más que un paso, que muchos analistas no dudan en dar. La prensa menciona de buen grado la relación privilegiada que une a la familia Odebrecht con Lula da Silva, más aún cuando la temática le permite alimentar la retórica de la corrupción del Partido de los Trabajadores (PT), único ángulo de ataque del que dispone la oposición.

Autorizado por la ley electoral brasileña, la contribución de Odebrecht al Partido de los Trabajadores aumentó entre las dos últimas elecciones presidenciales. Pero la empresa, prudente, se asegura de financiar a todos los grandes partidos políticos, en particular durante las elecciones locales. En 2006, el grupo había desembolsado 7,8 millones de reales (unos 2,8 millones de euros) ; en 2010, durante la elección de Dilma Rousseff, su aportación alcanzó los 10,8 millones de reales. Si bien el PT no quiso responder a nuestras preguntas sobre este tema, el actual presidente de la empresa, Marcelo Odebrecht, explicaba recientemente a la revista Negócios : “En efecto, estamos alineados con la posición del gobierno, y no vemos en ello ningún problema. A fin de cuentas, el gobierno fue elegido y representa los intereses de la población” (6).

El intelectual uruguayo Raúl Zibechi, quien ha investigado durante cuatro años el crecimiento de Brasil y sus grandes grupos, estima que efectivamente existe una “relación muy estrecha entre Lula y Emilio Odebrecht, presidente del grupo entre 1991 y 2004. Esta amistad comenzó con la primera candidatura de Lula, en las elecciones presidenciales de 1989, y adquirió a lo largo de los años un carácter estratégico. Odebrecht es una de las primeras empresas en haber apoyado al PT en una época en la que existían muy pocos lazos entre este partido y la patronal”.

Para el grupo, tal cercanía no carece de interés. En 2006, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, aliado político de Lula, inauguró con gran pompa la represa de San Francisco, construida por Odebrecht gracias a un préstamo de 241 millones de dólares otorgado por el BNDES. Un año más tarde, la central interrumpió su funcionamiento debido a graves fallos técnicos. Ante la negativa de la empresa a reconocer sus errores, el presidente Correa la expulsó del país y se negó a pagarle al BNDES hasta que la central no volviera funcionar. En un gesto calificado entonces como excepcional, Brasil llamó a su embajador y rompió relaciones diplomáticas con Quito. “Para nosotros fue un desastre, ya que nuestra relación con Brasil es vital”, nos confió Horacio Sevilla, embajador de Ecuador en Brasilia.

El conflicto se agravó aún más en la cumbre que reunió a los jefes de Estado de América Latina en Bahía, en diciembre de 2008. Odebrecht, cuya sede se encuentra justamente en la ciudad, aparecía en grandes publicidades oportunamente colocadas a lo largo del camino tomado por los jefes de Estado como “la empresa de la integración regional”. En una conferencia de prensa al margen de esta cumbre, el presidente venezolano Hugo Chávez, aunque aliado cercano de Correa, puso el dedo en la llaga calificando a Odebrecht de “empresa amiga de Venezuela”...

Una comisión independiente en Ecuador reveló sin embargo fallos técnicos e irregularidades en la obtención del contrato y el crédito. La comisión, que investiga varios proyectos del poderoso grupo brasileño, señala un conjunto de problemas que le costarán caro al Estado ecuatoriano : en el caso de San Francisco, la superación del presupuesto inicial es de “apenas” el 25% ; pero, en un proyecto de irrigación de 100.000 hectáreas en la provincia ecuatoriana de Santa Elena, alcanza el 180% (7).

Eso no importó : Ecuador daría el primer paso. Quito envió al embajador Sevilla a Brasilia para restablecer las relaciones con el Palacio del Planalto. Al mismo tiempo, el pequeño país andino llegó a un acuerdo con la empresa. “Todos hicieron concesiones... pero particularmente Ecuador”, resume el embajador. Tampoco en este tema, en Brasil, ni el Ministerio de Relaciones Exteriores, ni los asesores internacionales de Lula en esa época, ni su instituto desearon comentar el episodio.

Se observan ambigüedades similares en la concesión de un contrato de equipamiento del Ministerio de la Marina para la construcción de cinco submarinos, cuatro convencionales y uno nuclear. En 2008, ese mercado de 10.000 millones de dólares se adjudicó sin licitación a Odebrecht (49%) y a la empresa francesa DCSN (50%), quedando el resto en manos de la Marina. De aquí a 2047, el astillero debería construir otros veinte submarinos. Sin embargo, este contrato –que implica una transferencia de tecnología nuclear francesa– no era sino el primero de Odebrecht en el sector del armamento. Más tarde, en 2010, el grupo se alió con European Aeronautic Defence and Space (EADS) para la fabricación de aviones, misiles y sistemas de vigilancia, y más tarde, en 2011, tomó el control de Mectron, el mayor fabricante de misiles brasileño.

¿Mera estrategia de diversificación de actividades ? No del todo. Esta incursión en el sector de defensa acompaña la política de modernización del Ejército promovida por Lula. Durante su segundo mandato (2007-2011), el presupuesto de defensa aumentó un 45% y se aprobó la Estrategia Nacional de Defensa. Los principales beneficiarios : Embraer en la aeronáutica y la empresa del “doctor Norberto” en la marina.

El terreno había sido preparado mucho antes de la llegada al poder de Lula. “Odebrecht entabló preciados lazos con los militares a partir de 1950, a través de la Escuela Superior de Guerra (ESG) del Ministerio de Defensa, principal think tank brasileño, donde se codean militares e industriales. La familia Odebrecht y varios de los cuadros directivos del grupo se formaron allí, lo que facilitó la firma de contratos, tanto durante la dictadura como en la actualidad”, cuenta Zibechi (8). Por otra parte, el mismo Marcelo Odebrecht señala que la empresa difunde en sus “comunidades de conocimiento” la misma doctrina que se enseña en la ESG (9) : una visión nacionalista del desarrollo como vector de soberanía e independencia.

“Dada la dimensión de las grandes empresas, cuyo volumen de negocios suele superar ampliamente el PIB de algunas naciones, ya no son los países los que disponen de empresas, sino las empresas las que disponen de países. En estas condiciones no existe, a mi modo de ver, otra solución que la creación de grandes grupos”, explicaba Marcio Pochmann en 2010, cuando dirigía el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) (10). Erigida en estrategia económica, la promoción de mastodontes verdes y amarillos se volvió una prioridad para el ex sindicalista.

Prioridad que al parecer sigue movilizándolo durante su retiro. El 22 de marzo de 2013, Folha de São Paulo reveló que la mitad de los viajes de Lula desde que dejó la presidencia habían sido financiados por las tres grandes empresas de construcción brasileñas : Odebrecht, OAS y Camargo Corrêa. Telegramas diplomáticos publicados por el diario sugieren que estos viajes permitieron “vencer las resistencias” encontradas por las empresas brasileñas, especialmente en Mozambique, donde una parte de la población se rebelaba contra el desplazamiento forzado impuesto por una mina de carbón (11).

En el futuro, todos los sectores que el grupo ha identificado como estratégicos se ampararán bajo la fórmula “desarrollo sostenible”. ¿Qué se entiende por ello en los cuarteles generales de Odebrecht ? Una mezcla lucrativa que implica energía, agua y alimentación.

Así, en Perú, Odebrecht cavó, por primera vez, un túnel a través de los Andes, desvió un río y construyó represas y lagunas artificiales para irrigar una zona árida. Al terminar los trabajos, el proyecto, llamado Olmos, fue también administrado por Odebrecht, que vende los “servicios” de agua, electricidad y tierra para recuperar su inversión inicial (que, como suele suceder, aumentó con el correr de los meses). Las concesiones de las primeras 110.000 hectáreas se otorgaron en su totalidad a grandes empresas agroalimentarias, teniendo cada lote un mínimo de 1.000 hectáreas. Imposible pues para los campesinos locales sacar provecho de tierras irrigadas, cuando el proyecto inicial había sido concebido en torno a sus necesidades específicas. El grupo no puede considerarse responsable ni de la concesión de las tierras ni de la reinstalación de las poblaciones desplazadas en un cañón peligroso ; en efecto, todo fue llevado a cabo por las autoridades peruanas. Tampoco está comprobado que su “relación privilegiada” con el presidente Alan García (1985-1990 y 2006-2011) haya incidido en la obtención de dicho contrato. Odebrecht considera simplemente “haber respondido a una concesión pública, una necesidad del país, como creemos que es nuestro papel : estar al servicio de la humanidad”, según nos lo explica su portavoz.

Intercambio de cortesías, Odebrecht le regaló a Perú el “Cristo del Pacífico” : una escultura de 36 metros de alto, réplica del Cristo de Río. “El viaje en barco del Cristo duró treinta y tres días para festejar nuestros treinta y tres años de implantación en Perú”.

 

NOTAS :

(1) “Who dares wins”, The Economist, Londres, 21 de septiembre de 2000.

(2) Léase Martine Bulard, “Samsung, el imperio del miedo”, Le Monde diplomatique en español, julio de 2013.

(3) Peter Evans, Embedded autonomy : States and Industrial Transformation, Princeton University Press, 1995.

(4) Lael Brainard y Leonardo Martinez-Diaz (directores), Brazil as an Economic Superpower ? Understanding Brazil’s Changing Role in the Global Economy, Brookings Institution Press, Washington, 2009.

(5) Previ, Funcep y Petros.

(6) Negócios, edición especial, N° 70, Sao Paulo, diciembre de 2012.

(7) Informe final de la Comisión sobre la deuda ecuatoriana, 2008.

(8) Raúl Zibechi, Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo, Ediciones Desde abajo, Bogotá, 2013.

(9) ADESG, revista de la Asociación de Egresados de la Escuela Superior de Guerra, edición especial, Río de Janeiro, 2011.

(10) Marcio Pochmann, “Estado brasileiro é ativo e criativo”, IHU, N° 322, Universidade do Vale do Rio dos Sinos, São Leopoldo, 22 de marzo de 2010.

(11) “Empreiteiras pagaram quase metade das viagens de Lula ao exterior”, Folha de São Paulo, 22 de marzo de 2013.





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