El 21 de octubre, la Agencia Nacional de Petróleo (ANP) va a subastar el mayor campo de reservas de petróleo brasileño, ubicado 180 km del litoral y a siete mil metros de profundidad.
Allá están depositados comprobadamente de 12 a 14 mil millones de barriles de petróleo, que equivalen a todas las reservas de México. Corresponde a todo lo que la Petrobras ya explotó en sus 60 años de existencia.
La importancia estratégica para el país es tan grande que, durante el debate de la segunda ronda electoral de la campaña de 2010, la candidata Dilma Rousseff dijo que el candidato José Serra quería privatizar y hacer una subasta del petróleo, y que eso era inadmisible, pues el presal [1] debería ser una riqueza para ser utilizada sólo en favor del pueblo brasileño.
Tres años después, en mensaje público en red de televisión, la presidenta cambia el discurso y asume lo que Serra quería hacer, subastar las reservas del pre-sal a la iniciativa privada.
La ANP abrió las inscripciones y nada menos que 11 grandes empresas petroleras del mundo se habilitaron. Siete son empresas estatales de China, India, Portugal, España y Noruega. Tres son empresas privadas transnacionales y además la Petrobras.
La empresa que haga la mejor oferta de reparto porcentual del petróleo explotado ganará la subasta o podría haber asociaciones.
Quién gane va a pagar al gobierno brasileño R$ 15 mil millones, como mínimo. Ese dinero irá al Tesoro Nacional, que probablemente va a engrosar la caja común, la misma que paga los intereses de la deuda interna a no más de 5 mil accionistas de bancos.
Tras la subasta, la empresa ganadora debe seguir la nueva regla de reparto, que puso en vigencia el gobierno Lula. La empresa extrae el petróleo y paga el 15% de royalties, que, a su vez, son redistribuidos entre la Unión, Estados y Municipios.
Del 5% que irá a la Unión, el 75% se destinará a educación y el otro 25% a salud. Los estados y municipios pueden hacer lo que quieran con los royalties e invertir en cualquier cosa.
Por lo tanto, no es cierta la propaganda de que la renta del petróleo va a la educación. Sólo alrededor del 15% del total, que son los royalties, pueden tener alguna finalidad social.
Además de los royalties, las empresas descontarán el costo real de producción de la extracción. A partir de eso, viene el reparto. La empresa está obligada a entregar el 50% del saldo, en petróleo, a la Unión, que ciertamente lo traspasará a Petrobras. El otro 50% seguramente será exportado como petróleo crudo a los países de origen de las petroleras.
Por lo tanto, independientemente de cualquiera argumento, en la práctica, estamos entregando el 50% de todo el petróleo del presal a las empresas extranjeras, que despacharán el oro negro a sus países, sin pagar nada más. Ni impuestos ni royalties.
En la Ley de Reparto, aprobada durante el gobierno Lula, hay un artículo que dice que la Unión podrá entregar toda la reserva del presal para la explotación exclusiva por parte de la Petrobras, sin necesidad de subasta. ¿Por qué no hacemos eso ?
El gobierno y los columnistas en los periódicos han sostenido que la Petrobrás está endeudada y no tiene liquidez para invertir. El BNDES tiene una política de crédito para muchas empresas privadas, inclusive transnacionales y pícarosen general, como Eike Batista. ¿Por qué no podría prestar a Petrobrás ?
¿Por qué el Tesoro Nacional – en vez de pagar intereses a media docena de especuladores de títulos de la deuda interna -que se llevan R$ 200 mil millones por año – no destina recursos para invertir en el presal ?
De hecho, fue así que hizo el presidente Lula en la crisis de 2008, cuando reorientó el descuento del superavit primario y destinó R$ 100 mil millones para que el BNDES invierta en el sector industrial. Medidas de ese tipo hicieron caminar a la economía brasileña e impidieron que el pueblo brasileño sufra los mayores efectos de la crisis internacional.
La Petrobrás es una de las mayores empresas del mundo y, ciertamente, tiene crédito para conseguir préstamos también en el exterior. ¿O alguien cree que las empresas competidoras tienen dinero en caja ? Las grandes petroleras van al mercado a pedir dinero prestado.
Las estatales chinas pueden ser las ganadoras de la subasta. Para eso, el Tesoro chino liberará billones de dólares de las reservas para que las empresas exploten y lleven el petróleo crudo a China. O sea, van a hacer lo que el Tesoro brasileño no tiene coraje.
El gobierno y los sectores neoliberales argumentan que esas inversiones extranjeras son necesarias para que la economía vuelva a crecer. ¿Siendo así, alguien notó alguna diferencia en el PIB brasileño tras las 11 subastas de petróleo y concesiones a las empresas transnacionales ?
Esas empresas extranjeras que ganen las subastas usan tecnologías de sus matrices y ya traen los equipamientos. De los 67 barcos petroleros construidos en Brasil en el gobierno Lula, 63 fueron comprados por la Petrobras y cuatro por la venezolana PDVSA.
Ninguna empresa transnacional que ganó otras subastas construyó plataformas en Brasil. Ni contrataron ingenieros u obreros calificados para sus instalaciones.
Un columnista de turno afirmó recientemente que el gobierno Dilma tiene que hacer la subasta inmediatamente, pues si los tucanos [2] vuelven al gobierno harán lo propio.He aquí el argumento más insólito : hacer inmediatamente una política equivocada porque nuestros adversarios lo harían más rápido. Santa paciencia.
El pueblo brasileño necesita de esa riqueza para invertir en educación, salud y tecnología, como prometió la candidata Dilma en campaña
Nuestras riquezas no pueden ser exportadas como petróleo crudo para resolver los problemas de China, España y Portugal. Lo que nosotros tenemos prisa es de reformas estructurales que puedan acelerar las soluciones de los problemas del pueblo.
Necesitamos de inversiones en transporte público, tecnología, industria nacional, que generen empleos de calidad para el pueblo brasileño. Nada de eso vendrá de las subastas del petróleo. Si las subastas resolvieran los problemas sociales, no habría tanta insatisfacción en las calles tras once subastas.
La alternativa es dar exclusividad a la Petrobras, que, con préstamos del BNDES, del Tesoro o incluso del mercado internacional, podría extraer el petróleo, con su tecnología y trabajadores brasileños. Después, industrializar ese crudo para generar aún más riquezas e impuestos en Brasil.
Lo que está en juego es nuestra soberanía nacional sobre una riqueza estimada en un US$ 1 billón a ser extraída en 30 años. ¿El pueblo brasileño va a compartir esa riqueza con las empresas extranjeras ? ¿A quién no le gustaría tener garantizado el acceso a US$ 500 mil millones a lo largo de 30 años ?
Mientras tanto, especialistas de la universidad, técnicos de la Petrobras, dirigentes que trabajaron en el propio gobierno Lula-Dilma, sindicatos de los petroleros, centrales sindicales y movimientos sociales nos reunimos recientemente en una asamblea y decidimos hacer una campaña nacional por la cancelación de la subasta.
Brasil descubrió una inmensa reserva tras décadas de investigación financiada por el pueblo. Tenemos la garantía constitucional de que el petróleo pertenece a todo el pueblo. Tenemos tecnología necesaria para explotarlo.
Esperamos que la presidenta Dilma no entre en la historia del país, en el mismo capítulo que Fernando Henrique Cardoso, en lo referente a la entrega de nuestras riquezas. FHC entregó nuestras minas, privatizando la Vale do Rio Doce, la Embraer, los ferrocarriles y las empresas de telecomunicaciones.
No admitimos compartir nuestra riqueza con capitalistas extranjeros. Lucharemos por nuestras ideas y por los intereses del pueblo brasileño. Un gobierno pasa rápido, pero la historia de un pueblo es eterna.
Source : Agencia Latinoamericana de Informacion (ALAI)
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