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TRES CEGUERAS

La “nueva” política europea del agua

mardi 18 juin 2013   |   Riccardo Petrella
Lecture .

El 14 de noviembre de 2012, la Comisión Europea aprobó un “Plan de Acción para la Salvaguarda de los Recursos Hídricos de Europa”. Está destinado a influir de manera significativa en el devenir del agua en nuestros países, regiones y ciudades. El “Plan” se refiere a la mejora del uso de los suelos y el buen estado ecológico de las aguas, la lucha contra la contaminación, la ‘utilización racional’ del líquido elemento (jerga para denominar ‘la gestión económico/financiera del agua’), las cuestiones transversales (por ejemplo, la cooperación para la innovación), y los aspectos globales (la verdadera cenicienta del “Plan”). Aunque este Plan significa que la Unión Europea empieza a tomar en serio los problemas del agua, las propuestas no están, ni mucho menos, a la altura de los desafíos.

El “Plan de Acción para la Salvaguarda de los Recursos Hídricos de Europa” (1) aprobado por la Comisión Europea en noviembre del año pasado –primer documento político europeo en materia de agua desde la Directiva Marco Europea sobre el Agua del año 2000 (2)– se compone de dieciocho objetivos, de los cuales la mayoría corresponde a cuestiones económicas y financieras. Entre las cuatro modalidades de acción, se reserva un amplio espacio a los instrumentos facultativos (por ejemplo, los etiquetados y las certificaciones se dejan a completa libertad de los operadores), mientras que la aplicación del sistema de precio de mercado, según el principio de “quien consume paga”, es obligatorio. El menú es impresionante. La Comisión y sus servicios son dignos de felicitación por el trabajo realizado.

Sin embargo, las opciones escogidas por el Ejecutivo europeo, en lo que concierne a los principios fundadores, presentan dificultades y, junto con ellas, las prioridades de acción. En general, las propuestas no están a la altura de los desafíos. Atendiendo a las opciones elegidas, la Comisión Europea se ha mostrado incapaz de “ver” más allá de lo que ha querido “ver”. El carácter “europeo” de los retos y de las perspectivas apenas aparece. El agua es únicamente un ‘asunto de gestión’. En la “visión” de la Comisión, el futuro del agua en Europa no tiene ninguna especificidad europea desde el punto de vista político, institucional y cultural. En realidad ni siquiera podemos hablar de “visión”, sería más correcto hablar de “ceguera”. Y más precisamente de tres cegueras.

La primera ceguera deriva del hecho de que la Comisión Europea haya decidido tratar el agua únicamente como un “capital natural”. No habla del agua como “elemento vital”, “fuente de vida”, “bien natural”, “bien común” o “patrimonio” de la vida. Estos conceptos no aparecen en ningún lugar del documento. Utiliza exclusivamente el concepto de “capital natural”. Tal elección no es gratuita. En economía, el término “capital” está estrechamente ligado a las nociones de “deuda” y de riqueza ; sobre todo la individual, apropiable y explotable. Para la Comisión Europea, el agua es simplemente un “recurso” por explotar, valorizar y preservar.

Por otra parte, la Comisión ha concedido una mayor importancia al imperativo del “Valuing water”, es decir, se da un valor económico (monetario y financiero) al agua (a los ríos, a las acuíferos, a los lagos…) y a los servicios medioambientales que “ofrece”. Para la Comisión europea, monetizar el capital hídrico y sus servicios se considera la base necesaria e “indispensable” para definir una política europea de “gestión” eficaz del agua (3). Así, el “Plan” se centra en el agua como “capital stock” y “capital flux”. Lo que se considera importante es la contabilidad hídrica, el resultado hídrico y el déficit hídrico.

El “Plan” se interesa principalmente por las masas de agua, por las cifras y por los costes e ingresos. No cabe duda de que las cifras son importantes y los planes de masas de agua por cuencas hidrográficas son necesarios, pero hay que reconocer igualmente que el devenir del agua y de la vida no puede encerrarse en la jaula de las cifras. Detrás de las cifras del agua hay seres humanos, derechos y deberes, relaciones sociales, relaciones de fuerza generalmente desiguales e injustas, deseos e imaginarios. Y de ello, la Comisión Europea no habla. Lo cual es una ceguera científica y una práctica empobrecedora. Sin embargo, si la Comisión hubiera admitido asimismo el agua como “bien común”, habría podido “descubrir” que la mayoría de las grandes cuencas hidrográficas de Europa (la del Rhin, el Danubio, el Elba, el Miño, etc.) son transfronterizas, transnacionales y, en resumen, europeas. Por consiguiente, el sentido profundo de una política verdaderamente europea del agua sería valorizar el agua como bien común europeo. ¡El agua podría situarse en la base de una verdadera cooperación/integración europea, al igual que lo fueron el carbón y el acero en los años 1950 y 1960 !

La segunda ceguera está ligada al precio del agua. El único lugar del texto donde la Comisión Europea muestra cierta pasión es en lo referente al precio del agua. El precio del agua es un acto de fe para la Comisión. Según ésta, no debe haber una utilización racional del agua fuera del precio/tarificación, basado en el principio de la recuperación de los costes totales de producción, beneficios incluidos. La Comisión no lo oculta, el artículo 9 de la Directiva Marco es la piedra angular de su sistema de gestión y de “gobernanza” del agua en Europa.

En el “Plan”, incluso se hace de ella una condición para tener un acceso eventual a los Fondos Europeos (desarrollo rural, fondos estructurales y de cohesión, así como préstamos del Banco Europeo de Inversiones…). El “Plan” consagra la creencia de que el “principio de razón” de la gestión del agua es hacer pagar los costes al “consumidor”, independientemente de la naturaleza y de la finalidad de los usos del agua. Para la Comisión, toda agua es un recurso transformado en producto o en servicio, o en ambos, por lo cual, quienes la consumen o la contaminan deben “pagar” su acceso y su uso. No quiere ver las diferencias existentes entre, por un lado, el agua a la que cada ser humano y toda comunidad humana tiene derecho para vivir y para vivir conjuntamente y, por otro, el agua destinada a producir vegetales para los biocarburantes o el agua para las piscinas individuales.

El “Plan” se detiene en el precio al consumidor. No se hace mención alguna del “derecho humano” al agua potable y al saneamiento, un “imperativo” muy distinto del relativo al agua para el enfriamiento de las centrales nucleares. Tampoco se dice nada del valor económico público ni mercantil de las actividades de saneamiento e higiene, que son un fundamento insustituible para la salud de los humanos y no deben recibir el mismo trato que las actividades de reciclaje de las aguas utilizadas para abastecer algunas actividades industriales contaminantes.

Del mismo modo, una cosa es asegurar el abastecimiento colectivo de agua fuera del mercado para la producción alimentaria básica y otra distinta es asegurar el suministro de agua para Coca-Cola, Nestlé, una planta siderúrgica o Microsoft… No se puede tratar el agua de la misma manera que el petróleo o el gas. Sin embargo, esto es lo que hace el Ejecutivo europeo al inscribir su “Plan para el Agua” en la estrategia 2020 de la Unión para “A Ressources Efficient Europe” y al hablar de “Water Efficient Europe”. Inevitablemente, las prioridades de acción y propuestas del “Plan” se refieren sobre todo a la instalación obligatoria de contadores individuales para todos los usos, la mejora de métodos de evaluación de los costes/beneficios, las técnicas de monetización del agua, la máxima eficiencia de los sistemas de comercio de los derechos del agua… La hipótesis de que la asunción de los costes relativos al derecho al agua podría asegurarse por medio de la colectividad, mediante impuestos, se ignora totalmente.

Por último, la tercera ceguera se manifiesta en los famosos “stakeholders”, en español “partes interesadas”. Para la Comisión Europea, los actores clave afectados por la aplicación y la realización del “Plan” son únicamente los Estados miembros y los “stakeholders”. El “Plan” nunca hace referencia a los “ciudadanos”, a la sociedad civil. Los ciudadanos europeos no existen, no tienen nada que decir ni que hacer en materia de salvaguarda del agua. Para la Comisión, los propietarios del terreno son “una parte interesada” al igual que la industria del papel o los productores de bebidas dulces gaseosas. Así, sus representantes forman parte de los diversos comités consultivos establecidos por la Comisión en el dominio del agua. Por el contrario, las asociaciones de barrio o los movimientos de ciudadanos contrarios a la privatización de los servicios hídricos están ausentes de dichos comités...

Una ceguera particularmente inaceptable en una Europa que pretende ser democrática. ¡Sólo cuentan los intereses corporativos económicos !  <

NOTAS :

(1) COM (2012)673 final, "Plan de Acción para la Salvaguarda de los Recursos Hídricos de Europa".

(2) Directiva 2000/60/CE del Parlamento Europeo y del Consejo del 23 de octubre de 2000 que establece un marco para una política comunitaria en materia de agua.

(3) Uno de los proyectos de investigación más importantes sobre la gestión del agua financiado por la Comisión Europea se llama “AquaMoney”. Todo un programa.





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