El ingreso de China en el BID como país donante, después de quince años de intensas negociaciones, es revelador, tanto de la intensidad y efectos de la crisis financiera actual –lo que ha permitido acelerar el delicado proceso de adhesión–, como de la creciente influencia de Pekín. Como miembro de pleno derecho del BID, China contribuirá de forma decisiva a la capitalización de esta institución, el principal prestamista de los países latinoamericanos y del Caribe. En él participan ya otros dos países asiáticos : Japón y Corea del Sur. Pekín se ha comprometido a aportar 245 millones de euros para fortalecer algunos de los programas clave de esa entidad, incluyendo préstamos blandos destinados a Bolivia, Guyana, Haití, Honduras y Nicaragua (1).
Los objetivos generales de la aproximación china a la región son bien conocidos. De una parte, económicos, y centrados, al igual que en África, en la necesidad de acceder a las materias primas necesarias para impulsar su crecimiento, y, asimismo, desarrollar el comercio bilateral. De otra, políticos, con la perspectiva de aumentar su influencia y cosechar apoyos a su visión de un sistema internacional en permanente cambio. En este sentido, el nuevo clima existente en las relaciones con Taiwán desde la llegada, el 20 de mayo de 2008, de Ma Ying-jeou a la Presidencia en Taipeh, ha abierto una “tregua” diplomática entre la isla y el continente dejando a un lado la difícil pugna por las alianzas, especialmente intensa en América Central, donde solo Costa Rica reconoce a Pekín (2). La consolidación de dicha tregua repercutirá en el impulso de las relaciones económicas y en la afirmación de un entendimiento político que pasará a segundo plano dicha tensión.
El incremento de los intercambios económicos entre China y la región ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años. En 1995, China era el decimosegundo socio de América Latina, con un volumen comercial que apenas superaba los 5 600 millones de euros ; en 2007, sin embargo, ocupaba ya la segunda posición, multiplicando por trece aquel volumen de intercambio. El comercio bilateral, por otra parte, ha superado los 70 000 millones de euros, objetivo fijado en 2004 para ser alcanzado en 2010. Según Xu Yinzhen, subdirectora del Departamento de Asuntos Americanos y Oceánicos del Ministerio de Comercio de China, el comercio entre su país y Latinoamérica aumentó el 52% en los primeros nueve meses de 2008 para alcanzar un valor de 78 000 millones de euros (3).
Según las cifras de las aduanas del país asiático, las exportaciones de China a la región latinoamericana en los primeros tres trimestres de 2008 crecieron el 48,9% y alcanzaron la cifra de 38 000 millones de euros. Por su parte, las importaciones aumentaron el 55,2% hasta sumar los 40 000 millones de euros. China no solo exporta baratijas sino que se concentra en productos tecnológicos mientras adquiere componentes electrónicos (Costa Rica), aviones (Brasil), cerveza (México) o vino (Chile), atisbando las oportunidades que ofrecen sectores como la pesca, las telecomunicaciones o las infraestructuras. Pekín y Brasilia, por ejemplo, cooperan en el uso pacífico de la energía nuclear y en la exploración espacial.
Las principales apuestas chinas en la región apuntan al desarrollo de los capítulos relacionados con la energía y las materias primas, a las infraestructuras y la cooperación tecnológica, con un pragmatismo que da cuenta de la escasa presencia de los factores ideológicos (el comercio con Cuba, por ejemplo, es inferior al registrado con Panamá, a pesar de no mantener relaciones diplomáticas con este país), si bien apreciando el giro político registrado en la región en los últimos años y mimando los nexos bilaterales tradicionales (China fue de los primeros países en ofrecer ayuda a Cuba –más de un millón de dólares– tras el paso de los huracanes Ike y Gustav a principios del otoño de 2008).
En la segunda cumbre empresarial China-América, reunida en Harbin, capital de la nororiental provincia de Heilongjiang, en la segunda quincena de octubre de 2008, se ha dado una nueva vuelta de tuerca a la cooperación empresarial, considerada la “fuerza principal” para impulsar la cooperación entre China y América Latina.
Por otra parte, en cuanto a la inversión directa no financiera en la región, que abarca comercio, manufactura y exploración de gas y petróleo, la cifra ascendió a 17 500 millones de euros en junio de 2008, una cantidad poco relevante y que podría aumentar en años venideros teniendo en cuenta las inmensas reservas de divisas de que dispone Pekín. Brasil, México, Argentina, Chile y Perú son sus socios más importantes en la región y primeros beneficiarios de un hipotético impulso inversor.
China ha establecido asociaciones estratégicas con Brasil (a mediados de los años 1990) y, más tarde, con Venezuela, México, Argentina y Chile. Ahora, con Perú. Desde 1991 participaba en el BID como país observador ; desde 1993 en la Asociación de integración de América Latina ; y desde 2004 en la Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe. Cuenta, además, con presencia policial en Haití –país que reconoce a Taiwán– en el marco de una misión de Naciones Unidas.
En el Libro Blanco sobre la política de China (4) en la región, el tercero después del referido a la Unión Europea (2003) y a África (2006), Pekín defiende una estrategia basada en el fomento de una relación equilibrada y la firma de Tratados de Libre Comercio (ya en vigor con Chile ; y en fase de negociaciones con otros países como Perú o Costa Rica) y el estimulo de las inversiones, habida cuenta de su reconocido potencial y la existencia de ámbitos de cooperación múltiples y diversificados. Dicho proceso avanza, pero no sin fricciones, producto de la asimetría de ambas economías y los riesgos que ensombrecen las oportunidades de negocio.
En lo político, China ansía el establecimiento de alianzas sólidas con los países latinoamericanos (5), fomentando la cooperación Sur-Sur. Pretende así lograr un mayor peso internacional en el contexto del reordenamiento en curso, acentuado por la crisis de las economías desarrolladas. Por otra parte, pese a que su sistema político suscita mucho menos entusiasmo que sus éxitos económicos, coinciden ambos actores en el anhelo de fortalecer la soberanía nacional frente a los intentos externos de influir o condicionar sus decisiones (6).
Para los Estados de América Latina, los beneficios de una relación más estrecha con China no son solo económicos. A diferencia de Estados Unidos, considerado en muchas capitales del hemisferio como un vecino arrogante y promotor de un intervencionismo desestabilizador, China aparece como un socio aceptable y respetuoso. Ante la expectativa de un cambio en la política estadounidense hacia la región, la posible mejora de las relaciones bilaterales ha redoblado el interés de la reciente gira de Hu Jintao.
El avance de Pekín en la región suscita una relativa preocupación en Washington. China asegura no querer competir con EEUU y ha promovido el establecimiento de un diálogo estratégico (2006) en el que participó, por parte estadounidense, Tom Shannon, subsecretario de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, con el declarado propósito de evitar cualquier conducta que pudiera ser interpretada como un desafío. China es, en extremo, cauta y observadora de las preocupaciones de Washington. Quizás por ello, el presidente Hu Jintao ha eludido Caracas en su última agenda, a pesar de que Hugo Chávez ha visitado China en cinco ocasiones desde que reside en el Palacio de Miraflores y que Pekín ha iniciado la construcción en Venezuela de hasta 200 fábricas (para producir desde electrodomésticos a teléfonos móviles) y reafirmado la cooperación en sectores estratégicos como el petróleo o la petroquímica.
Por otra parte, China mantiene intercambios militares con dieciocho países de la región y las visitas de delegaciones castrenses oficiales profundizan en unas relaciones que abarcan desde la capacitación militar a la hidrología. Cada año docenas de oficiales latinoamericanos estudian en los colegios militares chinos o asisten a seminarios organizados en dicho país para oficiales superiores. De igual forma, China ha enviado a sus militares a formarse en Venezuela, Chile o Argentina. Desde 2007, se han organizado dos rondas de seminarios para oficiales superiores de defensa procedentes de los países caribeños (7).
La intensificación de las relaciones de China con América Latina puede derivar en dos escenarios principales. El primero vendría determinado por un aprovechamiento de su participación en el proceso económico de la región, posibilitando fórmulas de desarrollo que favorecieran la estabilidad regional. En el segundo, pesarían más los inconvenientes, no solo por los efectos inmediatos de esa relación, negativos, por ejemplo, en materia de empleo, medio ambiente o profundizando el perfil agro-exportador de algunas economías, así como por el surgimiento de una nueva dependencia que dificulte una inserción adecuada de la región en la economía mundial, sino también por el incremento de las interferencias de EEUU, si llegase a considerar la necesidad de contener la influencia china y dispusiese aún de capacidad para ello.
En lo concerniente a España, la cooperación estratégica entre Madrid y Pekín en relación con América Latina no parece fácil, a pesar de que numerosas voces reivindican la presencia y experiencia española en la región, circunstancia que pudiera dar lugar a cierto interés por parte del gigante oriental. Pero más allá de casos particulares y puntuales, tiene difícil cabida. ¿Por qué ? China ubica a España en relación con América Latina en el orden de la historia y de la cultura, pero no en términos de poder. España, aun participando en el G-20, no es un país líder en el campo de la geopolítica. Ese diagnóstico, realista y pragmático, cuenta en China ; y cuenta mucho.
Tampoco los países latinoamericanos precisan apoyarse en España para llegar a China ; ni Madrid cuenta, a propósito de la lengua castellana, con una plataforma como el Foro de cooperación de China con los países de habla portuguesa que, de existir, pudiera depararle cierto papel protagónico. Pensando en América Latina, en el ámbito de la seguridad y de la influencia efectiva, EEUU es el líder y por eso el diálogo estratégico en este tema avanza con Washington y no con Madrid.
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Notas :
(1) Despacho de la agencia de noticias Xinhua, 25 de octubre de 2008.
(2) La propia Nicaragua, a pesar del retorno al poder de Daniel Ortega, mantiene sus relaciones con Taiwan, y no reconoce a Pekín.
(3) Idem, 21 de noviembre de 2008.
(4) Su contenido es accesible en www.politica-china.org.
(5) Wang Hailou, “China busca nuevos avances en América Latina”, en Renmin Ribao, Pekín, 21 de noviembre de 2008.
(6) Xulio Ríos. Mercado y control político en China, La Catarata, Madrid, 2007.
(7) Despacho de Xinhua, 16 de noviembre de 2008.