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CLACSO CUADERNOS DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO

Los vaivenes de los movimientos sociales en México

lundi 2 février 2009   |   Guillermo Almeyra
Lecture .

Si se hace un balance somero de la evolución de los movimientos sociales en los últimos veinte años, en México se destacan en particular la aparición con fuerza en la escena política del movimiento indígena, en sus diversas manifestaciones ; la permanencia, al mismo tiempo, del gran movimiento conservador y desesperanzado constituido por la emigración masiva de millones de mexicanos hacia Estados Unidos ;y, por último, del gran movimiento cívico contra el fraude y la prepotencia ilegal del aparato estatal, que toma forma a partir de 1988, crece en la capital con la lucha contra el desafuero del gobernador, Andrés Manuel López Obrador, y se mantiene desde la protesta contra el nuevo fraude electoral que le robó a éste la presidencia de la República para dársela al candidato del gran capital, los terratenientes, la jerarquía eclesiástica y Washington, Felipe Calderón Hinojosa.

El primero de ellos, el indígena, busca aún la igualdad de derechos entre los pueblos originarios y el resto de la sociedad mestiza y el cese de la discriminación secular contra aquéllos y su reconocimiento en pie de igualdad en una Constitución nacional (…) Se trata de un movimiento hacia la integración en la sociedad mexicana, no un movimiento revolucionario y antisistémico, aunque una parte de los indígenas se haya alzado en armas y haya construido una serie de municipios libres, y otra parte de ellos haya dado vida a experiencias autonómicas. Ese movimiento también estalló ante los terribles resultados sociales de la mundialización dirigida por el capital financiero (…)

El segundo movimiento, el de la emigración, que está despoblando vastas zonas rurales del país, ha cambiado las características demográficas y la pirámide etaria mexicana, transformando los pueblitos en residencias principalmente de viejos, niños y mujeres que viven de las remesas de los emigrados, y dejando vastas extensiones de tierras sin producir. Por su vastedad, ha sido una válvula de escape a la presión campesina ; ha impedido que el estallido de Chiapas se repitiese en los otros estados pobres y con numerosa población campesina. También, para las clases gobernantes, ha sido un maná, ya que las decenas de miles de millones de dólares que los emigrados mandaban a sus regiones fortalecieron el peso mexicano y frenaron el descontento social mientras, al mismo tiempo, la emigración de los más jóvenes y emprendedores de las regiones rurales, pero también de las ciudades, aliviaba el trágico desempleo y el subempleo masivo cuando el gobierno no era capaz de cubrir anualmente sino un tercio de las necesidades de empleo (…)

El movimiento social más masivo en México, por lo tanto, es conservador y antinacional, ya que enriquece aún más a EE.UU. (sólo en impuestos, se calcula, los mexicanos dejan allí 100 mil millones de dólares por año) con su trabajo (que aporta a México 20 mil millones de dólares anuales en concepto de remesas). Además, es profundamente nociva, en México mismo, la percepción popular masiva de que el modelo a seguir es el estadounidense y de que la solución a todos los problemas es individual y no colectiva y consiste en incorporarse al mercado de trabajo y aceptar los valores de EE.UU., al extremo de llegar a enrolarse en las fuerzas armadas de ese país en Irak, para obtener así el tan ansiado permiso de residencia o la nacionalidad local.
El tercer movimiento, el cívico, tiene su centro en la capital, y en los estados centrales del país, que tienen una gran proporción de población rural e indígena, en el norte del país ; pero tiene escasa influencia en otras regiones (...). Se trata de un movimiento democrático, legalista y constitucionalista, en un país en el que la concentración de la riqueza alcanza niveles inigualados en otras partes del mundo donde no hay ni ha habido nunca democracia y la ley y la Constitución son sistemáticamente ignoradas por las clases dominantes. Es por eso un movimiento subversivo, aunque sus reivindicaciones sean puramente reformistas y nacionalistas. Pero tiene escasos contactos con las luchas de los indígenas (y de los campesinos en general), y tampoco está relacionado con los movimientos sindicales, que confluyen con el mismo y a veces le dan una columna vertebral con su organización, pero no son ni su motor ni su dirección y participan en él de modo esporádico y tangencial.

Por supuesto, fuera de esos tres movimientos principales, aunque entrelazado con ellos, está el movimiento obrero, que empieza a liberarse de los lazos burocráticos y corporativos. Y existe igualmente el movimiento campesino que está superando las viejas direcciones campesinas priístas y corporativas.

EL MOVIMIENTO INDÍGENA, LA REBELIÓN ZAPATISTA,
LA AUTONOMÍA, LA OTRA CAMPAÑA

(…) Los zapatistas del EZLN no nacieron, pues, repentinamente y de la nada, sino que son el fruto de ese proceso mexicano y continental. Tampoco el EZLN tuvo siempre las posiciones que tiene actualmente, (…) el problema de la autonomía y la construcción de municipios autónomos –que hoy es esencial en su política en Chiapas– apareció recién más tarde, ante la necesidad de afianzarse en el territorio chiapaneco.

(…) No es lícito creer que zapatismo, movimiento indígena y EZLN son sinónimos. Tampoco se puede deducir que los indígenas zapatistas chiapanecos se expresen exclusivamente por boca del Subcomandante Marcos ya que los planteos político-culturales de éste, no son discutidos con los campesinos indígenas que, en cambio, fijan sus posiciones en las asambleas de las que participan, aunque den un “consenso preventivo” a Marcos.

La verdadera gran fuerza del EZLN no es militar ni es la de una organización centralista, sino que reside en la decisión asamblearia de los asuntos comunes (…) y en la preparación, en asambleas (…) de miles de administradores y dirigentes que son elegidos o revocados cada vez más democráticamente, porque las mujeres comienzan a participar en las reuniones y a tener cargos en la comunidad y los jóvenes son responsables de la educación de los niños y el cuidado de los ancianos. (…)

Chiapas se ha convertido, por otra parte, en un estado líder en expulsión de campesinos. Muchos miembros de las comunidades zapatistas y hasta cuadros del EZLN han emigrado a EE.UU. Las regiones zapatistas no son realmente autónomas, ya que sus habitantes (hombres y mujeres) deben entrar, durante la mayor parte del año, en el mercado no agrícola de trabajo ; y deben recurrir, en cierto momento, a la sanidad y la enseñanza oficiales (pese al esfuerzo por crear su propio sistema de educación y sanitario basado en el voluntariado y la solidaridad comunitaria).
No puede haber, por consiguiente, autonomía en una sola región –que es pobre y atrasada, por añadidura– ni mucho menos aún en zonas donde los pueblos están divididos y sólo una parte de ellos es zapatista.

Tampoco existe un proyecto político general zapatista de construcción de la autonomía y de la autogestión a escala regional (por no hablar de la nacional) de modo que los importantísimos progresos realizados en este terreno son más que nada empíricos, y el comportamiento centralista y verticalista del EZLN, así como la muy escasa referencia a la autonomía y la autogestión en sus documentos y en las declaraciones de Marcos, demuestran una diferencia notable entre la vida de las comunidades zapatistas indígenas y la de la organización a la que siguen y a la que pertenecen.

La organización calla porque sufre los efectos de su derrota política en los intentos de salir a los otros estados a buscar apoyo sin haberlos logrado en la medida de sus esperanzas, por su sectarismo ante los movimientos políticos y sociales que el EZLN no controla. Calla también porque no sabe qué decir frente a la lucha masiva de otros sectores por enfrentar los grandes problemas del país (…)

Las comunidades en cambio callan porque nunca hablaron sino por sus hechos y están tratando de acorazarse para hacer frente a la ofensiva, que será incluso militar, del gobierno en cuanto éste haga aprobar sus principales planes nacionales y se afirme mediante la represión (ahora debe luchar simultáneamente contra los movimientos sociales que se organizan y radicalizan y contra la fuerza militar del narcotráfico, que corroe su propio aparato estatal).

La llamada Otra Campaña, desgraciadamente –porque despertó las simpatías de miles de activistas, y sobre todo de muchos jóvenes e izquierdistas que se guiaron por la letra de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, que la lanzó– fue funesta para el EZLN y para Marcos. Esa tendencia hizo una campaña activa contra el voto al candidato de la oposición, López Obrador creyendo que aquél ganaría sin problemas. Lo peor es que esa actitud separó a los integrantes de la Otra Campaña del gran movimiento social que apoyó a López Obrador, y los puso además de espaldas al movimiento masivo de los pobladores de Oaxaca que dieron origen a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y también a la parte democrática del movimiento sindical que organiza el Diálogo Nacional, detrás de un programa nacionalista-anticapitalista.

El resultado de la actividad antielectoral y del sectarismo fue un ulterior debilitamiento del apoyo y de la capacidad de movilización del EZLN, que en el país está aislado como nunca. Antes de un ataque militar en toda regla, el gobierno de Felipe Calderón y el estatal están provocando una “guerra entre indios”, desgastando paulatinamente a las comunidades zapatistas con decenas de pequeñas agresiones de paramilitares indígenas y de pleitos por la tierra. La falta de pronunciamientos sobre la lucha en defensa del carácter estatal del petróleo o de los salarios y conquistas obreras, acentúa el aislamiento del EZLN en el país.

Mientras tanto, en otras regiones se desarrollan importantes manifestaciones de autonomía comunitaria. Se destaca la creación en asamblea de un cuerpo de Policía Comunitaria, dirigido por un jefe nombrado igualmente en asamblea. Ellos apresan a los delincuentes y fijan las penas, que la comunidad controla. La Policía Comunitaria no es reconocida por la policía del estado ni por la justicia. También en Guerrero funciona la Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur, aún no reconocida por el estado de Guerrero pero sumamente activa y con programas independientes (…) En Oaxaca, igualmente, las comunidades indígenas que participan en la APPO mantienen la independencia política de varios municipios y se apoyan en las movilizaciones locales de sus integrantes contra el gobierno del estado, al que desconocen. (…)

 

EL POTENTE MOVIMIENTO CÍVICO Y SUS LÍMITES POLÍTICO-ORGANIZATIVOS

La Revolución Mexicana comenzó como un potente movimiento cívico democrático, contra la reelección y la autocracia, y luego se radicalizó. El cardenismo, en los años treinta, fue también, en el fondo, un movimiento cívico contra el llamado maximato del caudillo Plutarco Elías Calles (…) En México fue el Estado el que desarrolló la burguesía nacional y en parte la creó, y fueron los movimientos cívicos y sociales los que unificaron al país y desarrollaron el Estado ampliado, con el consenso y la participación activa de los sectores pobres, sobre los cuales se asentó el aparato estatal resultante. Dado el carácter burocrático del partido oficial nacido de la Revolución (el Partido Nacional Revolucionario, con Calles ; Partido de la Revolución Mexicana, con Cárdenas ; y Partido Revolucionario Institucional (PRI) después de éste) todos los movimientos de renovación social se han dado sólo en parte dentro del mismo y sobre todo fuera, en “la bola”, como se afirmó en “la bola” la revolución mexicana misma.
Los movimientos cívicos sucesivos a Cárdenas fueron muy fuertes porque reivindicaban la democracia y los derechos ciudadanos (y humanos) en un país con un poder político fuertemente centralizado y represivo pero, por sus bases mismas, tuvieron un marcado contenido social. Constitucionalistas, deseosos de dar vigencia real a las leyes, fueron también desestabilizadores y subversivos porque el desarrollo capitalista en México era incompatible con la democracia y con el estado de derecho. Como en el caso de los indígenas chiapanecos, que desean ser mexicanos plenos pero para conseguirlo deben alzarse en armas y oponer su poder al del gobierno y sus propias leyes a las leyes estatales, los grandes movimientos cívicos del México de hoy son, a la vez, legalistas y subversivos, y una escuela que forma decenas de miles de personas en la autoorganización, el enfrentamiento con el aparato estatal y la construcción de estructuras propias de poder. Tal es el caso de la APPO y del movimiento organizado en torno al “gobierno legítimo” de Andrés Manuel López Obrador, en especial con la Convención Nacional Democrática.(…)

El movimiento contra el fraude electoral que puso ilegalmente en la presidencia a Felipe Calderón, el hombre del gran capital, llevó a la constitución de un llamado “gobierno legítimo” presidido por López Obrador y apoyado por un gran movimiento de masas, sobre todo en la capital del país, que dura ya dos años. (…) Entre los hechos más importantes se destacaron la ocupación del centro de la ciudad de México por un gigantesco campamento durante varias semanas y la combinación de la lucha no institucional (como la organización de brigadas de mujeres para copar edificios públicos) con la oposición parlamentaria, que enfrenta a la alianza entre el partido de la derecha clerical (Partido de Acción Nacional-PAN), el PRI y varios pequeños partidos de derecha o de centroderecha. Sin embargo, el Frente de Acción Popular (FAP), compuesto por el Partido del Trabajo, Convergencia Democrática y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en una serie de problemas fundamentales, ha votado junto con la mayoría, desprestigiándose mucho ; y por último, en las elecciones internas del PRD acaba de vencer un grupo muy conciliador con el gobierno y que ve a López Obrador con mucha resistencia.

El problema principal que enfrenta el movimiento social que apoya al “gobierno legítimo” es la falta de independencia frente al mismo, de organización autónoma y de objetivos claros, ya que la dirección autoritaria y verticalista de López Obrador, que tiene su justificación en la falta de un partido que lo respalde y, mucho más aún, en las tradiciones políticas verticalistas y las exigencias de sus bases, que buscan un líder, convoca y desmoviliza según la visión y las conveniencias momentáneas del mismo y dirige toda la lucha hacia la perspectiva de las futuras elecciones presidenciales de 2012 y las legislativas de 2009. La falta de intervención en los movimientos sociales (APPO, campesinos, obreros) y la corrupción del PRD, así como la falta de objetivos concretos para la lucha política, debilitan a este movimiento. (…)

Dado que resulta imposible mantener una movilización constante por el respeto al voto popular durante seis años, el movimiento presidido por López Obrador estaba decayendo cuando fue salvado por el intento gubernamental de hacer aprobar la privatización petrolera. La defensa del carácter estatal de los recursos naturales, como establece la Constitución, le dio ahora nueva vida, aunque su forma actual podría modificarse si una parte importante del PRD votase con la derecha en el vital problema de la energía o si una fuerte recesión en EE.UU. empeorase aún más la situación de las clases populares y modificase la actual relación de fuerzas marcada por la ilegitimidad del gobierno y su debilidad, por un lado, y la falta de un gran movimiento de oposición con un programa alternativo, por otro.

En la actualidad, lo importante es la experiencia de autoorganización realizada por decenas de miles de personas de ambos sexos, especialmente mujeres de mediana edad y de las clases medias pobres urbanas. Mientras el PRD (el partido de López Obrador) está en manos de una burocracia corrompida y apta para cualquier acuerdo secreto con el gobierno del gran capital, este movimiento semiorganizado (frenado y controlado por un líder que lo usa como instrumento de presión) toma posiciones mucho más a la izquierda que aquel partido y eventualmente podría dar base a López Obrador para la creación de otro –en este caso un movimiento-partido más para la acción extrainstitucional, con un programa mucho más concreto.

El otro gran movimiento cívico –contemporáneo del que apoya a López Obrador–, el de la lucha por derrocar al gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz (culpable de fraude, violencia, asesinatos), es local, del estado de Oaxaca ; moviliza a los estudiantes, a la población pobre, a sectores importantes de los trabajadores y los campesinos y a importantes franjas de la población indígena de la región.

Surgido de una huelga de los maestros primarios y rurales que ocupó durante ocho meses el centro de la capital de Oaxaca e incorporó a otros sectores en lucha, en su curso ocupó radios y TV y las hizo funcionar en autogestión ; tomó la universidad local ; construyó y defendió barricadas ; ocupó los edificios públicos, formó dos cuerpos de policía autónomos ; y funcionó de hecho como poder paralelo al del estado local y al del gobierno central, que debió enviar tropas y ejercer una feroz represión. Aun después de la represión, el movimiento resurgió en sucesivas enormes manifestaciones y reaparece ahora en una nueva huelga masiva de los maestros con la ocupación del centro de la ciudad de Oaxaca por 21 días y la toma de rutas y caminos.

(…) Oaxaca votó masivamente contra el gobierno y por el PRD sin esperar nada de éste, autoorganizándose, y superó el sindicalismo dando objetivos políticos al movimiento obrero y popular. (…) Cientos de organizaciones de todo tipo se unieron en la APPO y a ésta se sumaron organizaciones indígenas, que incorporaron sus propias reivindicaciones. El aislamiento en que dejaron a la APPO la Otra Campaña y la dirección del PRD y López Obrador permitió al gobierno local, unido al federal, su represión masiva. Pero el movimiento sigue, como lo indica la actual huelga de maestros oaxaqueños (Almeyra, 2007).

EL MOVIMIENTO OBRERO Y EL MOVIMIENTO CAMPESINO

Históricamente, las direcciones burocráticas de los sindicatos corporativos se agrupaban en la Central de Trabajadores Mexicanos (CTM), que elegía un tercio de los parlamentarios del PRI y que se fue deshilachando hasta tener que formar, con otras centrales burocratizadas, el Congreso del Trabajo (CT), siempre oficialista, incluso hoy con un gobierno panista.

El último 1 de mayo, no llegaron a ocupar ni un tercio de la plaza del Zócalo en México. La mayoría de los trabajadores asalariados hoy no está sindicalizada y la mayor parte de quienes lo están son miembros de sus respectivos sindicatos, entre los cuales los principales son independientes de la CTM y el CT, pero no hay una central obrera unificada que los agrupe. En los últimos años, sin embargo, se han constituido dos núcleos, el Frente Sindical Mexicano (dirigido por el Sindicato Mexicano de Electricistas, el más combativo y democrático) y la Unión Nacional de Trabajadores –dirigida por las burocracias de los sindicatos de obreros telefónicos, de los trabajadores del Seguro Social y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), muy poco democráticas. Ambos grupos mantienen sus diferencias pero, ante el ataque general del gobierno, confluyen desde hace más de cinco años en la organización del Diálogo Nacional (DN), que agrupa también a intelectuales y diversas organizaciones sociales, políticas y estudiantiles.

El DN tiene un proyecto de país que supera el de los partidos y el de López Obrador y une reivindicaciones obreras y nacionales, pero es boicoteado por el PRD y por López Obrador y también por la Otra Campaña, que no quiere un frente único ni siquiera con los sindicatos independientes (…) Los sindicatos que integran el DN ya organizaron un paro nacional que movilizó a dos millones de personas y están preparando la primera huelga nacional en la historia del país por las reivindicaciones obreras, democráticas, y nacionales (…)

El movimiento campesino, también históricamente corporativo y dividido actualmente en varias centrales, se enfrenta hoy al gobierno que, con la libre importación de granos y alimentos estadounidenses fuertemente subsidiados, amenaza con destruir por completo la producción agropecuaria nacional, sin protección desde los años noventa(…)
Ya los campesinos, en un acto sin precedentes históricos, llevaron cien mil manifestantes a la ciudad de México. Ahora, en unión con los sindicatos, intentan preparar la huelga (…)

El aparente reflujo de los movimientos sociales (muy espectacular en el caso del EZLN) esconde en realidad un proceso más complejo, ya que las luchas sociales son como ríos cársicos, que a veces dejan la superficie y parecen hundirse en la arena para aparecer algunos kilómetros más abajo, reforzados por otras surgientes y por las aguas subterráneas, y proseguir su camino hacia el mar. Sólo en la visión anárquica los trabajadores, obreros o campesinos, pueden estar constantemente movilizados y en la calle. En particular cuando carecen de dirección política que dé sentido y perspectivas a sus luchas.

BIBLIOGRAFÍA

Guillermo Almeyra, 2007, “El legado de la APPO” en Beas, Carlos (coord.) La batalla por Oaxaca (Oaxaca : Yope Power).

Guillermo Almeyra y Emiliano Thibaut, 2006, Zapatistas, un mundo nuevo en construcción (Ituzaingó : Maipue).

OSAL, (Buenos Aires : CLACSO), Año VIII, Nº 22, septiembre 2007.

Notas :

El texto publicado en este Cuaderno es parte de la Revista OSAL Año IX, Nº 24, octubre (Buenos Aires : CLACSO).





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