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En el centro de una nueva situacion populista en América latina, « las clases medias »

Martes 10 de julio de 2018   |   Christophe Ventura
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En los años 2000, en un contexto de « boom » de las exportaciones de materias primas, América latina vivió, – durante un período de simultáneo enriquecimiento de sus sociedades y de hegemonía de gobiernos progresistas (o post neoliberales), que desarrollaron en ese marco políticas de redistribución y de modernización – una transformación socio-económica mayor… y silenciosa : el crecimiento de las llamadas clases « medias ». Ellas representan en realidad a un grupo social amplio y heterogéneo cuya característica es reunir en su seno a sectores que gracias a sus ingresos o bien al crédito y al endeudamiento, tienen acceso, por una parte, a la oferta de bienes y servicios que propone el sistema de producción y de consumo capitalista – cuyas lógicas y mecanismos se fortalecieron en América latina durante el ciclo progresista – y por otra parte, a una mobilidad física y social ascendente en la sociedad. Hablar de esas clases medias, es en realidad hablar de un grupo social de « clases consumidoras ». « Por primera vez desde hace decenios (en América latina) la clase media es más importante en número que la población que vive en la pobreza » constatan la Organización de cooperación y de desarrollo económico (OCDE) y la Comisión económica para América latina y el Caribe (CEPAL) [1]

Pero existe « clase media » y « clase media ». Entre 2001 y 2015 la población que accedió a la clase media llamada « consolidada » según la terminología propuesta por la OCDE et por la Cepal, es decir el grupo que dispone de 10 a 50 dólares americanos diarios, en valor constante de 2005, y con igual poder de compra, pasó de 21 % a cerca de 35 %. Esta ha sido la progresión más importante. Pero una segunda capa de « clase media » llamada « vulnerable », que dispone de una suma mucho más modesta entre 1 y 4 dólares (PPP) pasó de 34 % en 2000 a 40% en 2015.

Mayoritaria en número al interior de las « clases medias » esta población salió efectivamente de la pobreza formal en estos últimos quince años, pero sigue estando compuesta por pobres y por trabajadores informales. Estos últimos ganaron un acceso parcial y precario al consumo, sin que se haya modificado su posición en la estructura socio-económica.

El conjunto de estos grupos sociales se encuentra en el corazón mismo de las evoluciones socio-políticas de los últimos años en Latinoamérica.
Ellos son, al igual que la población pobre (de 25 a 30 % de la población regional [2]), los más afectados por las consecuencias sociales de la crisis económica y financiera mundial de 2008, que afectó a todas las sociedades de la region a partir del comienzo de los años 2010.

En todas partes, la pérdida de recursos de los Estados provoca el deterioro de los servicios públicos y la vuelta de la precariedad y de la cesantía, sobre todo entre los más jóvenes – 25% de la población tiene entre 15 y 29 años [3] – y las mujeres. La pobreza y la desigualdad – combatidas de manera significativa en los años 2000 – aumentan también actualmente. Al mismo tiempo, la región conoce un estancamiento de los ingresos por habitante y un aumento de la inflación.

A pesar de una ligera mejora económica (crecimiento estimado en 2,2 % en 2019 [4]) que llega después de cinco años de ralentización, de los cuales dos –2015 y 2016 –, han sido de recesión, las dinámicas de crisis social que aparecieron después de 2008 en América latina, se intensifican y cobran ahora una dimensión política.

Asi, desde los movimientos de protesta social en contra del gobierno de Dilma Rousseff (2013-2014) en Brasil, pasando por las crisis venezolana y nicaragüense, y también por el aumento de conflictos sociales en Argentina o en Brasil en contra de los gobiernos de derecha de Mauricio Macri o de Michel Temer (que no fué elegido), toda la región afronta un aumento de las dinámicas de protesta.

Veinte años después del momento populista que dió lugar al ciclo progresista y nacional-populista, América latina vive una nueva situación populista : se ha puesto en marcha un amplio movimiento de desafiliación de las mayorías sociales, – que se traduce por una gran desconfianza frente a los gobiernos –, de las clases y de las instituciones políticas y sociales.

Esta vez, la novedad es que al centro de esas mayorías se encuentran las nuevas « clases medias », surgidas sobre todo durante el ciclo hegemónico de las izquierdas en el poder. Este movimiento, tan virulento como indefinido en el plano político, no ha sido identificado con anticipación y las izquierdas latinoamericanas no supieron anticipar las consecuencias políticas e ideológicas que el ascenso de esas nuevas « clases medias » tendría sobre ellas y por ende, no elaboraron marcos políticos ni ideologías específicas originales otras que el acceso a una nueva oferta de infraestructuras o al consumo popular. Desde ahora infieles en el plano electoral, estas « clases medias » se volvieron contra las elites, que consideran ladronas y responsables de su retroceso social, sin insertar esta rabia en un esquema ideológico derecha/izquierda predeterminado.

Pueden entonces, como en el caso de Brasil, exigir al mismo tiempo más servicios públicos para ellas, pero sostener igualmente, e incluso plebiscitar, un órden más seguro, regresivo y discriminatorio en el plano de los derechos sociales, económicos y políticos para los más frágiles (pobres, negros, mujeres, etc.).

Estas dinámicas funcionan mientras que las opiniones públicas no terminan de descubrir la amplitud de los escándalos de corrupción que corroen la región y arruinan progresivamente la legitimidad de los sistemas políticos y de las instituciones. El escándalo Odebrecht [5] – que recuerda los lazos indisociables que existen entre el corruptor privado y el corrupto público – toca a una decena de países y ya provocó la caída del presidente Pedro Pablo Kuczynski (de derecha) en el Perú. En Brasil, el escándalo « Lava Jato » – en el que también esta comprometido Odebrecht – constituye el telón de fondo del encarcelamiento, muy discutido por lo demás, del ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, quién se considera « preso político » en un Estado inmerso hoy en una profunda y duradera crisis democrática.

Las evoluciones actuales preocupan a la OCDE y a la Cepal, quienes identifican « una fragilización del contrato social » y una « desconexión cada vez mayor entre los ciudadanos y las instituciones públicas » en todos los países de la región. Según los datos entregados por el instituto de encuestas Latinobarómetro (sobre los que se apoyan las dos instituciones, regional e internacional, citadas), el 75% de los latinoamericanos afirma no tener más – o muy poca – confianza en sus gobiernos, comparado con el 55 % en 2010. Más aún, el 80% de ellos afirma en 2016 que sus gobiernos son corruptos, contra el 65 % que lo afirmaba en 2010. Sólo un 34% considera fiable su sistema jurídico, mientras que el 41% se declara satisfecho con su sistema de salud – contra el 57% en 2006 – y el 56 % con su sistema educativo – contra 63% en 2006.

América latina entra ahora en un ciclo electoral de dos años determinante. Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Mexico, Uruguay y Venezuela enfrentarán escrutinios mayores en 2018 y 2019. Ellos modificarán de manera significativa un panorama político cada vez más incierto e imprevisible.

En todas partes surgen con fuerza en las periferias de los partidos establecidos movimientos atípicos. El avance de corrientes políticas evangélicas se refuerza. En Costa Rica, el pastor Fabricio Alvarado obtuvo cerca del 40% de los votos en la segunda vuelta de la elección presidencial del 1° de abril 2018. En Brasil, esta misma corriente se consolida cotidianamente, en Rio de Janeiro y en otro lugares [6]

En Venezuela, el tercer hombre de la elección presidencial del 20 de mayo 2018, el pastor Javier Bertucci, mobilizó casi un million de votos, es decir más del 10% de los votos, obtenidos sobre todo en las clases populares. Estas iglesias son ahora actores políticos de primer plano y atraen hacia ellas una parte cada vez más importante de los sectores populares y pobres, hasta ahora electores seguros de la izquierda. Al mismo tiempo, fuerzas populistas de derecha se desarrollan peligrosamente, sobre todo en Brasil.

La larga secuencia electoral que se inicia va a redefinir la correlación de fuerzas entre gobiernos liberal-conservadores y nacional-populares y modificará los equilibrios regionales. In fine, esa relación de fuerzas va a precisar sin duda las perspectivas geopolíticas de una región desde ahora inestable.

Traduction : Rosa Gutierrez




[1OCDE/CAF/CEPAL, Perspectivas Económicas de América Latina 2018 : Repensando las instituciones para el desarrollo, 2018 (https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43513/1/LEO2018_es.pdf)

[2La población « pobre», sumada a la « vulnerable », representa 65 % de la población latinoamericana.

[3Según la OIT, 26 millones de personas no tenían empleo en 2017 en América latina, es decir 8,4 % de la población activa. OIT, Panorama Laboral 2017. América Latina y el Caribe, 2017.

[4Cifras y citaciones tomadas de Perspectivas Económicas de América Latina 2018 : Repensando las instituciones para el desarrollo.

[5Entre 2001 y 2016, la empresa de BTP brasileña distribuyó cerca de 700 millones de euros de sobornos en el marco de una estrategia para la obtención de propuestas publicas (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Venezuela.

[6Sobre este tema, leer la encuesta importante de Lamia Oualalou. Jesús te ama ! La deferlante evangélica. Ediciones du Cerf, Paris, 2018. Ver igualmente « Déferlante évangélique en Amérique latine. Conversation avec Lamia Oualalou » en Mémoire des luttes : http://www.medelu.org/Deferlante-evangelique-en-Amerique



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